Nacho AZPARREN

Apesadumbrado tras recibir la mayor goleada de su vida deportiva. Mourinho hizo acopio de fuerzas para mostrar una visión optimista después de recibir un 5-0 en el Camp Nou. «El Barça es un producto acabado y al Madrid le falta mucho para serlo», comentó el luso en noviembre de 2010 ante una audiencia ansiosa por saldar cuentas pendientes. Para sus críticos, su ego no le permitía reconocer los errores cometidos. Sus defensores ofrecían otra lectura: Mourinho tenía en sus manos un proyecto ambicioso al que sólo el paso del tiempo le acabaría de dar la fórmula ganadora.

Uno de los lemas de Mourinho sirve como clave para entender sus planteamientos: «Una cosa es ser organizado y otra defensivo». La frase, usada por el portugués en diversas ocasiones ante ciertas críticas, adquiere su mayor dimensión en sus enfrentamientos contra el Barça. Como en un reflejo de sus actuaciones en la sala de prensa, Mourinho tampoco crea indiferencia sobre el terreno de juego. Siempre busca su toque personal en los momentos importantes. Ante el Barça hubo que esperar año y medio para que saliera vencedor por aclamación popular.

A Guardiola le corresponde el mérito de hacer variar constantemente el sistema de su rival. Nadie como el Barcelona ha logrado que el Madrid experimente diversas alternativas. La comprensión camaleónica de los blancos se ve ahora como una virtud ante el inmovilismo del Barça. Siempre al calor del resultado, las críticas se convierten ahora en alabanzas.

En esta ocasión, los blancos no apostaron ni por la presión desmedida (como en la Supercopa de España, cuando el depósito blanco gozaba de más gasolina), ni por la tentación de encerrarse en su área. Mourinho optó por la vía del medio; ni carne ni pescado; el planteamiento híbrido que le dio la victoria más necesitada. Esta vez, el dibujo fue natural. Pepe actuó como central, Lass vio el partido desde su casa, bastó con dos pivotes; todo armónico, todo natural. A los hombres de arriba les correspondió el papel que desempeñan a lo largo de la temporada. Con kilómetros de libertad cuando recuperaban el balón, Cristiano, Özil, Di María y Benzema hicieron lo que mejor saben: jugar a una velocidad endiablada.

Nadie mejor que Özil representa el triunfo del Madrid. Eclipsado por las hazañas de Cristiano, sustituido cuando toca esforzarse en defensa y diluido en demasiados momentos de la competición, el alemán siempre encuentra la inspiración al margen de libretas y dibujos complejos. El mérito de Mourinho reside en haberlo dejado en el terreno de juego. Su implicación en defensa hizo que nadie se acordara de Lass. En otras ocasiones, la tentación de sacar a otro medio de contención había privado a los madridistas de las pinceladas de Özil. Esta vez no ocurrió así. Y Cristiano fue el que más lo agradeció.

Mourinho ganó una batalla trascendental con premio añadido: la guerra de la Liga. Ahora, la Liga de Campeones amenaza con dar continuidad a una trama apasionante. El saldo general sigue favoreciendo a Guardiola tras dos temporadas. El Barça de Pep ha ganado 7 veces y ha anotado 25 tantos; el Madrid de Mou suma 2 victorias y 14 goles. Pero mientras el currículo sigue otorgando ventaja a los azulgranas, las sensaciones se mueven por otros derroteros. Mourinho presenta su producto acabado en el momento más importante de la temporada. Sólo Bayern y Chelsea pueden evitar que se vea la batalla definitiva en Munich.