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El Sporting se dejó impresionar por el escenario y salió atenazado al partido. El Racing dominó con claridad la primera mitad y las ocasiones se fueron sucediendo en un goteo continuo en la portería de Juan Pablo. Bien es cierto, que el Racing no dispuso de oportunidades clamorosas, pero dominaba por aplastamiento. Las únicas llegadas rojiblancas eran fruto de la estrategia y tenían como protagonista a Barral. El gaditano corrió como un gamo para hacerse con el balón cuando Ayza Gámez señaló una falta lejana a favor de los rojiblancos; convenció a Rivera y a Adrián de que era ideal para él y lanzo un zurriagazo directo a la escuadra que provocó una crecida impresionante de la Mareona. De pronto, florecieron bufandas rojiblancas por todo el campo.

Es cierto que quizá no era justo, pero como a estas alturas no hay más castañas que los resultados, el Sporting parecía acercarse a la salvación. El partido estaba para matarlo a la contra y Javier Clemente ya se relamía con la velocidad de Mendy. El senegalés seguro que fue el que más notó la falta de un centrocampista que le nutriese de balones.

Esta fue la mejor fase para el Sporting. El Racing se volcó a lo loco en la búsqueda del empate. Los rojiblancos controlaban sus acometidas con cierta solvencia y lanzaban dentelladas a las que les faltó veneno. Gregory y De las Cuevas perdonaron dos ocasiones de esas que no se pueden fallar cuando los partidos son decisivos.

La cosa comenzó a torcerse cuando Stuani soltó el codo en un salto intrascendente y le abrió la ceja a Botía. El Racing tocó a rebato, mientras el murciano era atendido en la banda. En el enésimo córner a favor de los cántabros Gálvez, que había asumido el marcaje de Stuani en ausencia de Botía, cometió un error de bulto, derribó al uruguayo y permitió al Racing meterse en el partido.

A partir de ahí, los dos equipos enloquecieron. Las ocasiones se sucedían en las dos porterías, como si fuera un intrascendente partido de solteros contra casados. El Sporting pudo ganar, pero también pudo perder. La ocasión más clara la tuvo en sus botas Sangoy, pero el argentino, que hace tiempo que no está a lo que se rifa, controló mal un balón sencillo y luego reaccionó tarde. Mendy aún cazó el rechace, pero Torrejón repelió su disparo.

El empate del Sardinero es un lastre que deja al Sporting en una situación muy delicada. Si no se ha ganado este partido, parece muy difícil pensar en una machada en el Nou Camp el próximo domingo. No queda otra que alimentar la ilusión y pasar la tarde del domingo (y también el mediodía) confiando en que, al menos, el resto de los resultados acompañen. Del partido de ayer, hay que quedarse con el carrusel de ocasiones que fue capaz de generar el equipo y con la aparición estelar de Barral. Pero los resultados no llegan. Y el tiempo de las castañas ya pasó.