Todo lo descrito hasta ahora no justifica que el equipo pueda llegar a Tenerife, su gran oportunidad de volver a pensar en el fútbol, y se lleve un batacazo de aúpa, pero influye. Como también lo hace un planteamiento como el utilizado en el partido de ayer. Manu Busto, acaso el futbolista con más talento en la Segunda B, vio desde el banquillo los primeros 45 minutos.

Cuando salió el equipo ya perdía 2-0. Perona aprovechó un enredo de Owona para adelantar a los chicharreros. El mismo Perona, les sonará de verle hacer volteretas el último año y medio en el Tartiere, cabeceó a la red el segundo al borde del descanso. En Este último tanto Juanma había salido a presionar hasta la defensa del Tenerife, Pelayo tuvo que desplazarse a la izquierda para tapar el centro y Juanpa se había visto obligado a desplazarse al centro. Perona fue el más vivo en el barullo y se llevó el premio.

Tras el descanso, Manu Busto salió al campo en sustitución de Rubiato. La impresión fue de que el cántabro llegaba 45 minutos tarde a la cita más importante del año. Demasiadas concesiones en un equipo en el que la magia escasea.

Poco análisis merece la segunda parte. El Oviedo se echó arriba, no podía ser de otra manera, pero fue incapaz de batir a Aragoneses. Antes del tercero de Perona había fallado Martins un mano a mano que se sumó a un error grosero de Rubiato en la primera mitad. No pocos repasaron mentalmente en esos momentos los goles errados por los delanteros azules este año.

Pacheta también lo hizo. «Echo de menos un delantero que nos dé 20 goles», diría al final del partido. Hay un chico en Logroño que esta misma jornada alcanzó esa cifra. Un oviedista de cuna que se llevaba las broncas de Eugenio Prieto desde muy pequeño por bajar a El Requexón en monopatín. Se llama Diego Cervero y pasó de último símbolo azul a emigrante forzado. Uno más dentro del clima de caos en el que el Oviedo lleva instaurado en los últimos años. Pero no pasa nada. Nunca pasa nada en el Oviedo de Pin y Pon.