Colorín, colorado. Los sueños de ascenso del Oviedo se rompieron en Santa Cruz de Tenerife y sólo una carambola mantiene vivo el objetivo. Ya había sido meritorio llegar hasta allí. El tronco al que se ha sujetado el conjunto azul en las últimas semanas sufrió la última embestida en territorio canario y se fue a pique. Se veía venir. Una defensa que rozó la imprudencia y un ataque con el instinto depredador de un gatito de postal es la combinación perfecta para cerrar cualquier aspiración de ascenso. Perona, ex jugador azul hasta el último verano, se ciñó al cuerpo el traje de vengador para acabar con las esperanzas azules. Tres a cero y los sueños de ascenso en las mentes de quienes aún creen en los milagros.

Y eso que el oviedismo se había agarrado al último resquicio de esperanza. La afición vio una pequeña rendija y lo convirtió en un boquete más grande que el Negrón. Así ha ocurrido en los últimos tiempos. Decepción tras decepción, golpe a golpe, la afición ha demostrado ser la única que siempre ha dado la cara. Las bofetadas han sido tan habituales que ya se observan ciertas tendencias masoquistas.

El 3-0 de Tenerife cierra el capítulo de esperanzas azules en la presente temporada. La matemática dice que aún no está todo perdido, que ganando los seis puntos que restan se podría obrar el milagro. Las sensaciones no son tan condescendientes. El Oviedo ha tirado a la basura tantas oportunidades este año que por honradez consigo mismo debería desechar la idea de poder aspirar al ascenso. Invocar siempre a la mala suerte suena a excusa muy gastada.

En Tenerife todo fue extraño. Desde la convocatoria en Oviedo hasta el pitido final. O antes. Ya por la semana Pacheta introdujo elementos extraños: entrenamientos sobre un césped seco, sesiones a puerta cerrada, convocatorias sorprendentes... La rueda de presunta modernidad en la que se ha movido el equipo en los últimos meses contrasta con su imagen en el campo. Resulta un tanto paradójico que el cuerpo técnico dé tanta importancia al análisis audiovisual de los partidos cuando el juego es el más primitivo que se recuerda por el Tartiere.

Se agarraba Pacheta al final del partido al elemento económico para justificar la marcha del equipo: «Tenemos el presupuesto más bajo del Oviedo en los últimos 30 años». Terreno pantanoso para el debate. Desde el consejo de administración (González y Vaca, los Pin y Pon del desastre empresarial) se ha venido barajando en los últimos años un presupuesto más alto que el que puede mantenerse en Segunda B. Vaciero ha confirmado un hecho que cualquier persona con dos dedos de frente intuía desde hace tiempo. Tres temporadas seguidas con un presupuesto irreal, un objetivo deportivo no alcanzado y el mismo director deportivo detrás de los proyectos para seguir alejado de la élite. Pero no pasa nada. El Oviedo navega a la deriva con sus dirigentes (González y Vaca, los Pin y Pon de la planificación caótica) más pendientes de salvar sus pantalones que de reflotar a un club que se hunde sin remedio. Suficiente tienen con lo suyo.