Siguiendo el hilo del ensordecedor silencio de Mourinho y compañía tras el «extraño» (sic) partido Villarreal-Real Madrid como si se tratara del hilo de Ariadna, podemos encontrar la salida de este laberinto futbolístico en el que nos hemos metido. ¿Ustedes han echado de menos las ruedas de prensa de Mourinho? ¿Echan de menos las declaraciones de unos jugadores recién duchados con más ganas de descansar en el hotel que de contestar a preguntas mil veces planteadas? Seguro que no. ¿Y Mourinho? ¿Y los futbolistas? ¿Echa de menos Mourinho las ruedas de prensa? ¿Echan de menos los futbolistas el acoso de los periodistas después de un partido? No tengo ni idea, pero me da la impresión de que Mourinho sin periodistas a los que poder vacilar en una rueda de prensa es como un Ferrari encerrado en el garaje de Homer Simpson, mientras que los futbolistas recién duchados necesitan a los periodistas tanto como un pez necesita la red de un pescador. El silencio de Mourinho después del empate del Madrid en Villarreal ha sido el silencio de un Ferrari en un garaje. El silencio de los futbolistas del Madrid ha sido el silencio del pez que disfruta de su libertad. Creo, pues, que la salida del laberinto está en convencer a Mourinho de que es un pez, y hacer que los futbolistas se crean ferraris.

Los entrenadores hablan demasiado antes y después de un partido. Si Mourinho se limitara a hablar durante los partidos en esa especie de pecera que es la zona técnica, el fútbol ganaría sabor y perdería acritud. Para conseguir eso, propongo eliminar las ruedas de prensa pre y post partido y, de paso, eliminar también al cuarto árbitro, ese señor que atrapa con su red a todo entrenador que se hace demasiado visible en su zona técnica o incluso un poquito más allá. Un entrenador-pez que navega en un partido sin miedo a la red de un cuarto árbitro-pescador puede ser tan entretenido como un delfín en un acuario o una foca en un circo. ¿A Mourinho le gusta ser el centro de atención? Que lo sea, pero mientras se juega el partido. Que grite, que haga gestos, que saque a pasear su infinito repertorio de muecas, que estrelle botellas de agua contra el suelo, que se siente en el banquillo poniendo morritos, que mire con displicencia a la grada, que pase papelitos a sus jugadores. Libertad absoluta. Y, cuando termine el partido, ducha y a casita. A la cama y a descansar, que mañana hay que madrugar. Nada de ruedas de prensa, ni micrófonos suplicando un desplante que poder ofrecer al público. Nada de respuestas cortantes como cuchillas, ni miradas de desprecio, ni larguísimos monólogos que nadie se atreve a cortar. Los peces, en la pecera. Los espectadores les echaremos un vistazo si son de colores y el partido es aburrido.

Los futbolistas hablan muy poco de fútbol antes y después de un partido. ¿Por qué? Porque les tratamos como peces que deben ser atrapados en una red de preguntas tan tópicas como feas. Sí, feas. Es feo que un periodista le pregunte a un jugador del Barça si estar a seis puntos del Madrid es una distancia insalvable. Es feo preguntar a un jugador del Zaragoza si cree que su equipo todavía tiene posibilidades de mantenerse en Primera División. Es feo preguntar por un triángulo cuando sabes que te van contestar que es un polígono de tres lados. Sin embargo, si tratamos a los futbolistas como ferraris y les preguntamos acerca de tal o cual jugada, o por qué tomaron tal o cual decisión, o qué diablos les pasó por la cabeza para que de sus botas saliera ese disparo imposible o ese regate mágico, entonces las entrevistas pre y post partido serían una delicia futbolística cocinada por los mismos tipos que se encargan de servirlas. ¿Han visto «Fiebre Maldini», el programa de fútbol que dirige Julio Maldonado en Canal +? ¿Por qué todos los futbolistas que aparecen en «Fiebre Maldini» dicen cosas interesantes para los futboleros? Porque «Fiebre Maldini» trata a los futbolistas de ayer y de hoy como Ferraris, no como peces.

Mourinho, a la pecera. Los futbolistas, fuera del garaje. Y Butragueño, por favor, que se limite a mirar el fútbol, como hacemos los demás.