El llorado José Manuel confesaba en los años de la dura travesía por Segunda que un club no podía ir bien cuando el ídolo era el delegado, en referencia a su íntimo Quini. José Manuel se fue antes del ascenso del 15 de junio de 2008, un ascenso que convirtió al entrenador del Sporting, Manuel Preciado, en el nuevo ídolo rojiblanco. El Sporting, a partir de entonces, tuvo dos ídolos fuera del campo, en la banda. Ahora se queda otra vez con uno y otra vez en Segunda.

Fue un entrenador sabio, no en el sentido de armar un equipo sólido, sino en el aspecto quizá más difícil para un técnico, de enlazar con la afición y darle lo que ella esperaba. En el año 2006, el Sporting vivía una racha negra, metido en problemas económicos brutales, que obligaron primero a despidos de empleados ilustres, con un equipo gris en el que presuntamente la estrella, por llamarla de alguna manera, era Biagini, aquel argentino aburrido y hasta vago. El nuevo entrenador supo desde el primer día lo que tenía que hacer: ilusionar a las buenas gentes rojiblancas. Y se puso a ello, a ilusionar a unas gradas tantas veces casi vacías. «Aquí hace falta alegría; sueño con llenar El Molinón; somos el Sporting», fueron tres de las frases que ayudaron a cambiar la historia.

Porque en el primer año, el Sporting rozó el descenso, librado por un gol salvador de Congo cuando el equipo estaba con nueve ante el Numancia. Al año siguiente, con llegadas cruciales de algunos futbolistas como Kike Mateo y Bilic, ya en el mercado invernal, el Sporting se lanzó a un ascenso que se tuvo perdido en la penúltima jornada en Castellón y que se recuperó con el milagro del Alavés ante la Real Sociedad. Porque el partido final ante el Éibar ya fue una fiesta que se prolongó con los desfiles en autobús de la noche de aquel domingo inolvidable y de la tarde del lunes, cuando la ciudad se echó a la calle.

Fueron los mejores días de un sportinguismo resucitado al que se incorporaron oleadas de jóvenes que no habían tenido apenas alegrías en la década anterior. De aquel domingo se pasó a la tarde de ayer en la puerta cero de El Molinón, donde la iconografía recordaba los días de luto por lady Di, la princesa del pueblo en feliz denominación de un asesor de Tony Blair, el primer ministro británico. Lo mismo se puede decir de Manuel Preciado, el entrenador del pueblo sportinguista, de un pueblo que le agradecerá hasta la eternidad aquel ascenso y que le perdona las derrotas más dolorosas y los partidos más aburridos.

El hombre que llegó a Gijón cuando otros entrenadores rechazaban las ofertas para dirigir al Sporting supo llegar a lo más hondo de una afición que ayer lloraba a las puertas de un Molinón que no recibirá al Villarreal con el protagonista del ascenso. No volverá a El Molinón quien logró llenarlo de un ambiente entusiasta, donde no cabía la crítica por dura que fuera la derrota. Aquel ascenso, después de la década negra, se convirtió en un pase de favor eterno en el cariño de la grada. No hay nada como un ascenso, confesaba. Si lo sabría él. Descanse en paz.