M. F. D.

El partido tenía a priori dramatismo y morbo. El dramatismo se lo daba la angustiosa situación del equipo. El morbo, la presencia en la alineación del Rayo de Michu, el carbayón que se negó a ser sportinguista, una renuncia que, a la vista de su espectacular rendimiento en el equipo vallecano, resulta todavía más escarnecedora para los rojiblancos, a los que les vendría de perlas un jugador de esas características, con peso en el centro del campo y presencia determinante en el área. Pero el desarrollo del partido diluyó el morbo. Michu jugó demasiado avanzado, como segundo delantero, y las tres torres de la defensa del Sporting -Botía, Gregory y Moisés- lograron fijarlo, lo que no es fácil, pues ha desarrollado un físico imponente y su temperamento ganador es bien conocido. Pero sólo llegó a rematar con peligro una vez y, para eso, en fuera de juego. Michu se fue de El Molinón sin gloria pero también sin pena. El morbo quedó en la hierba.