Si el martes supimos que no habría final española en Munich, ayer nos enteramos que ni siquiera habrá un finalista español. Al doble triunfalismo que floreció tras la primera jornada de las semifinales de la Champions ha seguido una decepción no menos simétrica. El fracaso de Madrid y Barcelona ha sido más lacerante, además, porque se ha consumado ante sus propios seguidores. Y hasta ha tenido rasgos comunes, como el hecho de que sus estrellas máximas fallaron un penalti que pudo ser decisivo. Aunque Cristiano Ronaldo marcó anoche uno, al comienzo del partido, vio como el joven Neuer le paraba otro en la tanda decisoria.

El partido de ayer se pareció al de la víspera en su falta de grandeza. Hubo un atisbo en el primer tiempo, cuando el Madrid golpeó con la fuerza que se esperaba y el Bayern mostró una gran entereza para no hundirse con un 2-0 en contra a los 13 minutos de juego. Pero en el segundo tiempo los alemanes fueron demasiado calculadores y al Madrid le faltó juego para desmontar su especulación. Pero ya se sabe que el Madrid, un experto en demoliciones, puede ser irresistible en el toma y daca, pero se le hace difícil elaborar con sutileza. Mourinho todavía no ha llegado a enseñarle esa asignatura, a la que no parece dar mucha importancia. Anoche el Madrid estuvo bien en defensa, pero flojo en ataque, donde apenas creó ocasiones, porque no logró superar el entramado alemán. A pesar de sus dos goles Cristiano estuvo más bien ausente y fue una sombra al lado de Benzema, excelente, pero sin colaboradores a su altura. Y en el banquillo no hubo recursos. Kaká salió para refrendar, una vez más, que no está a la altura de su prestigio, ni, mucho menos de su coste. Sin la aportación de Casillas, Sergio Ramos y Xabi Alonso quizá el Madrid no hubiera llegado a los penaltis, porque contribuyeron a evitar que el Bayern, calculador después de haber sido casi heroico, no marcase otro gol. No cito a Pepe, que en conjunto hizo muy buen partido, porque cometió el error de cometer un penalti quizá innecesario sobre Mario Gómez, el español (de segunda generación) del Bayern. Con su poderío y su valentía, Gómez ha sido el hombre clave de la eliminatoria. Si en el partido de ida marcó el gol que dio la victoria al Bayern, anoche provocó el penalti que le dio vida. Aunque dicen que siempre ha venido al pueblo granadino del que son sus padres, quizá no conozca que un general carlista que se apellidaba como él se hizo famoso cuando, durante una de las guerras civiles del siglo XIX, recorrió media España al frente de una columna, sembrando el desconcierto entre las tropas de bando liberal, proeza que pasó a la historia como «el paseo de Gómez». No menos desconcierto ha provocado ahora Mario Gómez entre los aficionados españoles y, en particular, entre los madridistas. Aunque, como a la fuerza ahorcan, más de uno habrá pensado que han tenido que ser españoles los que fabricaran a tan buen mozo.