El secretismo impuesto por la selección de Finlandia sobre sus entrenamientos en Gijón no ha quitado ni un gramo del interés por el partido de mañana. El interés, a ver, lo pone España y no su rival, aunque sin duda andará ensayando alguna fórmula mágica para frenar a los campeones del mundo y de Europa, que son conscientes de que el próximo Mundial pasa por los dos próximos partidos. La espera por los partidos se hace más corta con la nueva polémica suscitada por Mourinho y de las Alas Pumariño, capaz de provocar la réplica de la FIFA a sus acusaciones sobre un tongo en la elección de mejor entrenador que, casualidades de la vida, recayó en Del Bosque, que llega hoy a Gijón al frente de la selección y que, sin duda, tendrá que responder a preguntas relacionadas con las afirmaciones de su colega, que no amigo. Fieles al estilo de su entrenador, Sergio Ramos y Benzema se han subido al carro de la polémica. Los dos se han colocado las capas y los birretes de pensadores y han saltado al ruedo. El primero, precisamente, para meter a su entrenador un dedo en un ojo con la queja de que le hubieran gustado otras declaraciones después de eliminar al Manchester United. El pensador Ramos, el hermano de René, tardó en quejarse y no escuchó las explicaciones de Mourinho, de quien se dice que guarda los intentos de rebelión. Con Varane en órbita, Ramos puede tener algún problema.

El otro gran pensador, el que dice ser y llamarse Karim Benzema, ha revuelto el patio político francés al declarar que no piensa cantar la «Marsellesa», himno nacional galo. Benzema es un experto en meterse en charcos que nada tienen que ver con el fútbol. Sale del barullo con una prostituta menor de edad y se mete en el exceso de velocidad, y qué exceso, en una autovía madrileña. Y ahora, el himno ante por el que hay en Francia, y con razón, una especial sensibilidad. Alguna cadena de televisión recordaba ayer al presidente Chirac abandonando un estadio porque el himno fue silbado por los hinchas argelinos. En otros sitios, por razones que se escapan, no pasa lo mismo.

Por su entrenador, por sus jugadores o por no se sabe quién, el Madrid no se libra de las polémicas colaterales. En éstas no ha tenido nada que ver el Barcelona o algún árbitro despistado. Los charcos han sido pisados por los protagonistas sin que nadie los empujara hacia ellos. A Florentino Pérez le salen los barullos por todas partes sin que cuente con un Jorge Valdano que los cierre con alguna frase redonda. Ahora mismo tiene conflicto con la FIFA, interno y político en Francia. Demasiado para un club que presume de señorío y que está en vísperas de una eliminatoria europea cercana una final copera nacional.

Con Mourinho y los suyos no hay margen para el relax y la calma; no dejas espacio a las selecciones y a lo mucho que se juegan en estos días. Ahora lo importante ha pasado a ser que alguien dijo que había votado al ilustre portugués, que, por cierto, reitera aquello de que es difícil ser portugués en España, cuando ahora mismo es todo muy difícil. ¿O no?