Al principio fue el conformismo, después la falta de puntería. En medio de todo ello, un árbitro desastroso con apellidos divertidos y decisiones deprimentes. La acumulación de diversos factores -unos controlables, otros menos- impidió ayer que el Oviedo sacara tres puntos de su visita a Valdebebas y se tuviera que conformar con un empate con el que refrendar las buenas sensaciones, pero con el que alejarse un poco más de la tierra prometida, el primer puesto.

La mayoría de análisis que puedan hacerse del punto tiene que ver con la necesidad de recortar terreno con el primero. Pero si la lectura va más allá, Granero lleva camino de construir un equipo que será compacto y rocoso de cara al «play-off». Lástima que el poco recorrido que le queda a la Liga insinúe que deberá tomar el camino más largo por el ascenso, el de las tres eliminatorias.

El juego del equipo volvió a ser ramplón, debe quedar claro. Pero esta vez por expreso deseo azul. El balón dirigido a las peinadas de Cervero tuvo algo de efectivo sistema de acoso y mucho de coartada para no dar ventaja al rival. ¿Que el Madrid se caracteriza por robar y salir en rápidas contras? Qué mejor manera de plantear el partido que intentar no generar pérdidas. Parece sencillo de explicar, pero complicado de plasmar. El Oviedo lo consiguió en la mayoría del partido.

Claro que también se olvidó de atacar durante cincuenta minutos. La propuesta azul hasta recibir el gol en contra se limitó a intentar aprovechar algún golpe de fortuna o el balón parado. Manu Busto golpeó hasta tres veces desde la frontal en tres faltas a las que le faltaron tres palmos para saborear el gol. Su evolución en la trilogía dio la impresión de que si hubiera contado con un cuarto lanzamiento el balón hubiera ido para dentro.

Antes de todo, el árbitro de turno, Varón Aceitón (con matrícula para codearse en la élite del arbitraje), había obviado un penalti en el área local. Empezaba el festival del trencilla del colegiado sonoro y la vista defectuosa.

El descanso cerró los argumentos de la primera mitad: el Madrid con el balón, el Oviedo sin él. Cada cual contento con su propuesta. Todos esperando que un chispazo hiciera saltar por los aires el choque.