No lo hizo y hubo que sufrir para conseguir una victoria que se celebró con rabia. Tras el descanso, cambió el panorama. El Sporting dio un paso atrás y redobló la guardia en torno a Cuéllar. Al portero se le acabó la tranquilidad del primer tiempo. El Castilla tiene un escogido grupo de futbolistas a medio hacer, con talento para regalar y por eso supieron encontrar las rendijas que no vio el Almería. Morata y Jesé, los dos futbolistas de más caché en el Castilla, confirmaron las sospechas de que están algo verdes para el Madrid grande. Con las ocasiones que fallaron ayer, se les fue mucho del crédito que tenían ganado.

El Sporting, que en el primer tiempo había enredado a su rival con la templanza de quien conoce bien el camino, se dejó encerrar, esperando cazar en alguna contra a la endeble defensa blanca. Esta actitud contó con el beneplácito del técnico, quien repitió el cambio que ya lo condenó ante el Racing de Santander (los futbolistas eran diferentes, pero el mensaje era el mismo). Retiró al único delantero del equipo, sacó a un centrocampista y dejó a Trejo como hombre más adelantado para intentar pescar en mar abierta.

Como era lógico, esta decisión tuvo sus consecuencias. El Castilla se vino arriba y las ocasiones menudearon en el área del Sporting. Hasta en tres ocasiones pareció que todo estaba perdido, pero era una de esas tardes tontas de Cuéllar. El extremeño abortó dos remates de Jesé, el segundo con una mano espectacular arriba, y otro de Morata, antes de lanzarse valientemente a los pies del canario. Uno y otro deben estar preguntándose aún cómo es posible que se fueran de El Molinón sin marcar.

El Sporting apenas tuvo filo en el segundo tiempo y las únicas acciones peligrosas llegaron siempre a balón parado. Dos faltas sacadas por Sangoy, un casquerazo algo descafeinado en un rechace y un calco de la jugada del gol que Carmona no pudo precisar, completaron el balance. Al contrario de lo que sucedió en Villarreal, el Sporting supo matar el final del encuentro, en el que no se jugó a fútbol. Quedó claro que Carmona aprendió la lección del Madrigal.

El Sporting sale reforzado de un mal día, recorta la distancia con el objetivo y encadena una racha más que notable. Se dice que los equipos grandes son capaces de ganar cuando juegan peor y el Sporting tiene grandeza en cada raya de su camiseta. El triunfo conseguido ayer relanza al equipo con vistas a los diez últimos partidos de la temporada. El Sporting llega fuerte a un sprint en el que no se puede dudar. Si además consigue ganar cuando no está fino, no queda otra que creer en las opciones de este equipo. La próxima cita será en Sabadell y de nuevo con la obligación de seguir sumando. O multiplicando, quizá los panes y los peces, como ayer ironizó un Sandoval que ha conseguido cambiar al Sporting.