Héctor Simón (Llança, Gerona, 1984) no escogió el camino fácil viniendo a jugar al Oviedo. Tenía un hijo de tres meses y formaba parte del Sabadell, un equipo que le pillaba al lado de casa y que encima competía en Segunda División, una categoría por encima del Oviedo. El conjunto catalán estaba contento con su rendimiento y, aunque no jugaba de titular, le había ofrecido renovar por una temporada más. Pero Simón había tomado una decisión y en el pasado mercado de invierno hizo las maletas, cogió a su mujer y a su bebé y se trasladó a Oviedo, una ciudad que le era extraña, pero que tenía algo fundamental para él: un equipo de fútbol histórico en apuros. Un gigante herido con el que poder empezar una historia desde abajo.

Los primeros pasos en el Oviedo no fueron nada fáciles para este futbolista. Estaba en una ciudad extraña y encima las cosas no iban como él pensaba. A Héctor Simón se le veía salir de los entrenamientos en El Requexón con gesto serio, algo no marchaba bien y se le notaba incómodo. No había venido al Oviedo para pasar desapercibido, para ser un jugador secundario. «Me costó mucho, cuando llegué esto no era lo que esperaba. Ahora que está llegando lo bueno, no quiero desaprovecharlo y por eso me esfuerzo cada día. He ido superando los problemas y nunca, ni antes ni ahora, he dejado de trabajar. Cuando llegué, esperaba entrar más en el equipo, que me dieran más confianza, ser más importante. No fue el caso», explica.

Con la llegada de Carlos Granero al Oviedo después de la destitución de Félix Sarriugarte, poco a poco Héctor Simón fue entrando más en el equipo. Y lo que vivió al final de la temporada le marcó para siempre. El calor del público azul en la promoción de ascenso, una grada pidiendo a los jugadores que salieran de nuevo al campo para aplaudirles después de haber sido eliminados... Eran esas experiencias las que buscaba en Oviedo y ahí se dio cuenta de que aún estaba a tiempo de vivirlas, de que lo mejor podía estar por venir. «Tengo un compromiso con esta afición por lo que vivimos en la promoción de ascenso. Todo lo que tiene detrás este club te hace exprimirte al máximo y sacar lo mejor de ti mismo».

Eliminados por el Éibar, llegaron las vacaciones. Héctor Simón tenía una temporada más de contrato y una fijación: triunfar en el Oviedo, pagarle a la afición la entrega y el cariño que le había demostrado. Aún falta mucho para que los sueños de Héctor Simón y del Oviedo se cumplan, pero este mediocentro creativo, inteligente y con esa rara habilidad para ver huecos en el campo que nadie más es capaz de ver ha dado un paso al frente y se ha convertido en el motor del nuevo Oviedo de Granero. Un equipo que ha logrado convencer a los más escépticos con tan sólo unos cuantos partidos de pretemporada.

Héctor Simón manda en este Oviedo. El balón pasa casi siempre por sus pies y es él el que decide por dónde irá el juego del equipo. Está cómodo controlando el ritmo de los partidos, tiene la confianza del entrenador y encima se encuentra en un gran estado de forma. «La verdad es que me encuentro muy bien. Estoy recogiendo lo que he sembrado. Pero de lo que se trata es de trasladar esas sensaciones al equipo. Si las cosas van bien individualmente, mejor; pero lo importante es transmitírselo al equipo. Me encuentro bien físicamente, estoy a gusto en el club y me siento con la confianza del vestuario», reconoce.

La sed de fútbol que tiene Héctor Simón es muy diferente a la que pueda tener cualquier otro futbolista. Su historia personal ha hecho que sea un jugador distinto. Y es que a este catalán se le puede considerar una persona muy afortunada o muy desafortunada. Depende del cristal con el que se mire. Un accidente al lanzarse a una piscina en diciembre de 2005, cuando jugaba en el Racing de Ferrol, estuvo a punto de dejarle tetrapléjico e incluso de costarle la vida con tan sólo 21 años. Fue cuestión de centímetros. ¿Buena suerte? También frenó una carrera muy prometedora. Héctor Simón debutó con el Espanyol en Primera División a los 19 años. El primer minuto en la máxima categoría se lo dio Javier Clemente. El técnico vasco fue despedido y Luis Fernández contó con él algunas partidos más en la ya lejana temporada 2003-04. Cuando tuvo el accidente jugaba en Segunda, cedido por el Espanyol. Todo eso es ya pasado. Luego vino una recuperación eterna que también ha quedado atrás. Lo único que queda de todo aquello es una convicción: triunfar en el fútbol a pesar de todo.

«Es un poco eso lo que intentaba viniendo al Oviedo. Poder ser importante en este club a largo plazo. Antes de venir aquí ya jugaba en Segunda División. La temporada antes de llegar al Oviedo jugué 32 partidos en el Sabadell, en Segunda. Pero éste era un reto importante, quería sentirme a gusto jugando. Aquí se vive el fútbol de otra manera, te sientes distinto a como te sientes en otros lugares. Me gustaría conseguir cosas con este equipo, bajar a Segunda B para crecer, no para acomodarme», relata con tranquilidad y pausa este futbolista.

Héctor Simón no esconde que tiene sueños de gloria con este Oviedo. Tanto el Oviedo como él podían estar ahora en Primera División y por circunstancias están mucho más abajo. Ambos resucitaron para el fútbol cuando ya nadie les esperaba. Los dos sienten y saben que la Segunda B no es la categoría para la que han nacido: «Es un club con posibilidades de subir a Segunda y de luego aspirar a seguir subiendo. No es, con todos los respetos, porque son clubes donde he estado muy a gusto y donde me han tratado muy bien, como el Sabadell o el Girona, donde es más complicado. No es imposible jugar con este equipo en Primera División. Y nadie me puede quitar esa ilusión. No lo descarto. ¿Por qué no pensar en ello? Si subes a Segunda, la afición se va a volcar aún más. No me pongo barreras a largo plazo. Sería un buen final para mi carrera, sería muy bonito».

Tras soñar un poco, Héctor Simón se apresura a poner los pies de nuevo en el suelo. A pensar en el Burgos, su siguiente rival con el Oviedo. Sabe que habrá que superar muchos obstáculos y trabajar mucho para lograr sueños tan ambiciosos. «Lo que hablaba no es descabellado, pero vivo la realidad y pienso en jugar mañana ante el Burgos, que va a ser un partido complicado», dice.

Un encuentro en el que parece difícil pensar en algo diferente a una alineación titular en la que no figure Héctor Simón con el número 8. Amigo personal de Iniesta, con el que coincidió en la cantera del Barça (estuvo primero en La Masía, con 14 años, volvió a casa y con 18 se fue al Espanyol), Héctor Simón confiesa que Xavi Hernández es el jugador que más le gusta: «Me gustan los jugadores que juegan en mi posición, Xavi, Busquets, Zidane cuando jugaba, también Iniesta. Pero si me tengo que quedar con uno me quedo con Xavi. Juega todo el partido superconcentrado y siempre para el equipo».

A Héctor Simón últimamente le sale casi todo bien. Ha recuperado incluso un talento que había pasado desapercibido: marcar goles de falta. Ante el Zamora marcó un tanto superando la barrera con una enorme clase. «Hacía tiempo que no marcaba ninguno de falta. El balón parado es muy importante, siempre había hecho algunos a lo largo de mi carrera», confiesa. Es lo bueno de estar en estado de gracia. Todo sale bien. La diferencia es que Héctor Simón no piensa dejar que los malos momentos, que también vendrán, le derroten. Nunca lo han hecho. «Las piezas empiezan a encajar. Estoy adaptado a esta ciudad y mi familia está contenta. Ahora toca seguir trabajando».