Ponferrada, Á. CABRANES

Caminar por el centro de Ponferrada a media mañana era encontrarse de manera continua con camisetas rojiblancas. La Mareona inundó la capital del Bierzo y dio color al día grande de las fiestas patronales de La Encina. La afición arropó al equipo desde su llegada en autocar en El Toralín, donde cerca de dos mil sportinguistas se dieron cita en el primer gran desplazamiento de la familia rojiblanca esta temporada.

Muchos sportinguistas trasladaron el Día de Asturias a Ponferrada, también inmerso en plena festividad. Al mediodía, la ciudad ya respiraba ambiente de fútbol, mezclándose camisetas blanquiazules y rojiblancas que hacían cálculos para el partido. Más de un centenar de sportinguistas adelantaron su presencia en El Toralín para animar a los jugadores a su llegada al terreno de juego. «Venimos aquí a ver marcar a Scepovic», corearon al ver bajar al serbio del autocar, un futbolista que ya tiene varias canciones a su nombre merced a su acierto goleador.

Los cánticos de la Mareona ganaron en fuerza cuando los dos conjuntos saltaron al terreno de juego. A falta de que el himno del Sporting se escuchara por megafonía, la magia de El Molinón la pusieron las dos mil gargantas que lo entonaron desde el fondo sur y la grada este, zona en la que se ubicó la afición rojiblanca. Ingredientes suficientes para que el equipo se encontrara un poco más cerca de Gijón.

Fue necesario el impulso de la Mareona para despertar a un Sporting que se vio por debajo en el marcador a las primeras de cambio. No por una vez, sino por dos, el público reanimó al equipo. La experiencia de la pasada campaña, en la que los gijoneses dijeron adiós en El Toralín a las esperanzas de pelear por la promoción de ascenso, quedó apaciguada. «No se pudo ganar, pero un punto no está mal. Algo está cambiando», se escuchaba entre la afición al final del partido.