«Rafel Sastre, nuestro capitán». Esta frase se entonó en El Molinón durante casi una década. Los diez años en los que Rafel Sastre Reus (Binisalem, Baleares, 22-10-1975) vistió de rojiblanco. Cuatro palabras que atronaron el día que se despidió del Sporting, el 15 de mayo de 2011, y que resumen el cariño que todavía hoy le procesa la afición. A sus 37 años, y tras una campaña en el Huesca y otra en el Atlético Baleares, el mallorquín ha iniciado este verano otro adiós, en este caso, al mundo del fútbol. Ha colgado las botas, las que pisaron tantas veces el carril diestro del municipal gijonés. Su futuro es todavía una incógnita.

«Tomé la decisión este verano. Llevaba un año con problemas de lesiones y opté por poner punto final. El problema me viene ahora. Ves que empiezan todos a competir y tú, no. Sientes esa necesidad. Necesitas competir. Es como si te lo hubieran quitado de las manos», explica Sastre desde su Binisalem natal. Sus tres hijos -el mediano ya apunta maneras para seguir su estela- lo mantienen ocupado, pero admite que está siendo duro asumir la retirada. «Salgo a correr, pero no es lo mismo. Toca asumirlo. Tampoco estoy como para quejarme, pero es jodido», apunta. De su trayectoria deportiva subraya los años vividos en Gijón. «De todas las temporadas que estuve allí me he quedado con algo. Hubo momentos buenos, como el del ascenso, pero también complicados. Aprendí mucho», recuerda.

Su futuro profesional es todavía una incógnita. «Me tomaré un tiempo para disfrutar de la familia. Todavía no sé lo que voy a hacer», explica. Entre las posibilidades, de momento, descarta seguir ligado al fútbol. «No es algo que me llame especialmente ahora mismo», apunta. Quizás el mundo del rock haya ganado definitivamente un guitarrista. Amante de la música, es miembro del grupo «Vuit», una afición a la que, paradójicamente, le está costando sacar tiempo. «Mira que cuando dejé el fútbol pensé que no iba a parar de tocar. Pues resulta que toco menos que en Gijón», sostiene con humor. Para lo que parece que tendrá hueco es para hacer una visita a El Molinón. «Antes de Navidad tengo programado ir un par de veces a ver al equipo», señala. Cree que los rojiblancos atraviesan un momento dulce, «aunque no hay que echar las campanas al vuelo. Es importante empezar bien y creo que este año están haciendo un buen trabajo, pero lo importante es llegar en la misma forma al mes de junio», concluye el que para muchos sigue siendo «nuestro capitán».

Sastre llegó a Gijón casi como un desconocido para convertirse en el capitán del último ascenso. Rafel Sastre inició su carrera en las categorías inferiores del Mallorca. Lateral derecho de casta, alcanzó el filial balear, con el que ascendió a Segunda. Fue el momento de hacer las maletas y probar suerte en el Cádiz, dos temporadas, con el objetivo de devolver a la División de Plata al conjunto gaditano. En esta etapa se fraguó su incorporación al Sporting, que deambulaba por Segunda sin horizonte claro. Se hizo con el puesto y plantó cara, tanto en el campo como en el vestuario, a una de las fases más complicadas de la centenaria historia del club.

Referente para todos con quien compartió entrenamiento en Mareo, la temporada 2007-2008 marcó su trayectoria deportiva. El regreso a Primera del Sporting, con Sastre luciendo el brazalete, es uno de los mejores recuerdos que le ha dejado el fútbol. Un deporte que le hizo esperar a los 33 años para llegar a lo más alto. Pero él tenía todavía cuerda para rato. Conservó la titularidad y llegó a disputar una treintena de encuentros el año de su debut en la máxima categoría. La irrupción de Lora lo llevó a un segundo plano durante la siguiente campaña en lo que se refiere a las alineaciones, pero continuó ejerciendo como uno de los pesos pesados del vestuario. La tercera temporada en Primera fue la última en Gijón. El 15 de mayo de 2011 disputó su último partido como rojiblanco en El Molinón ante el Racing de Santander.

Retornó una temporada antes a Segunda de lo que, finalmente, lo hizo el Sporting. Fichó por el Huesca, donde cumplió su deseo de formar parte de la misma plantilla que su hermano Lluís.