Una vez más quedó la evidencia de que Ronaldo está por encima del bien y del mal. También que nos han aumentado los amigos. La gente sigue saludando a los grandes guionistas de "Al Palo" y a la afición madridista; saludan familiares que no hablaban desde tiempo atrás, parejas que habían roto por asuntos oscuros, amigos que se sintieron traicionados, pero saludan todos de buena gana con tal de recordar lo hecho por el Madrid en esta temporada; y, sobre todo, lo del equipo guay, que, cada vez que gana algo, es como si el mundo tuviera que asistir a un vía crucis, a agradecerle su gran obra mundial. Provoca dolor por levitación prolongada.
Esta introducción obedece a los escozores por una temporada desastrosa del Madrid. No queda otra que recordar lo poco que queda por recordar, el "Pichichi" de Ronaldo y los saludos del rival. Bagaje pobre; y calvo.
Bueno, al dicho: "Sólo los grandes perdedores disfrutan de las derrotas de los demás". Mejor, "de cierta derrota". Mucha gente es feliz si palma el Madrid, más feliz que si ganan los suyos. Así pues llevan un buen botín, un empacho de alegría que no van digerir ni con yogur griego, sal de frutas, tres kilos de bicarbonato y antiácidos varios.
Esto se acabó. Pero con tal desastre, una vez más, hay felicidad blanca. Estamos de renovación y soltando lastre. Desde aquí siempre se dio el apoyo al entrenador que va a venir; y siempre al gran Carlo. Luego ya vamos ajustando el discurso. Y lo mismo no apoyamos a nadie.
Ahora bien, nada de marear la perdiz con este asunto. Hay que mirar para otro lado. Olvidar y esperar. Al fin y al cabo esto del fútbol es un deporte muy menor, especialmente cuando determinados equipos ganan y otros no tan determinados palman.
Lo que hay que hacer es mirar a los grandes eventos. Y ya lo dijo Pepu: "Ba-lon-ces-to". Ése es el deporte, el evento, la gran guerra. La que ganamos.
PD: con el fin de temporada damos las gracias a la agencia de ANM (Agencia de Noticias Martínez, en sus siglas en español) por la información que nos fue facilitando día a día, minuto a minuto. Ahí estuvo siempre, descolgando el teléfono a la primera.
