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Fútbol Liga de Campeones

Luis Enrique toca la Quinta

El entrenador asturiano conduce al Barça a su segundo triplete de la historia tras doblegar a una Juve que compitió hasta el final pese a su inferioridad

La quinta Copa de Europa del Barcelona será de Messi, amo y señor del juego. De Rakitic, Luis Suárez y Neymar, que pusieron los goles en los momentos oportunos. De Busquets, que escrituró a su nombre una parcela en el centro del campo. De Piqué, el mejor defensa sobre un césped plagado de especialistas italianos. Del resto de azulgranas, que rayaron a gran altura en la final. Y, por supuesto, de Luis Enrique, que ha transformado en unos meses un equipo deprimido en una máquina de ganar. Tras los títulos de Chus Herrera (1960) y David Villa (2011), Asturias ya puede presumir también de un entrenador asturiano campeón de Europa. Su Barça quizá no es tan redondo estilísticamente como el de Guardiola, pero igual o más competitivo. Sólo así se puede lograr un triplete, el segundo de la historia del club, y doblar la rodilla de un rival con el colmillo tan afilado como la Juve.

Este Barça tricampeón tiene algo del Luis Enrique futbolista. Sin el carácter ganador del "21", sin su garra, sin su capacidad de sufrimiento, quizá a estas alturas la Juve estaría celebrando el título. Porque cuando Morata empujó aquel balón a la red, haciendo feliz a todo el madridismo, la final tomó un cariz inimaginable hasta entonces. El Barcelona dominador, a ratos exquisito y por momentos práctico, no sabía cómo quitarse de encima a un equipo que parecía muerto. De hecho, lo pudo haber rematado en un primer cuarto de hora colosal, a rebufo del golazo de Rakitic, y en un comienzo del segundo tiempo disuasorio, con Messi esparciendo magia por Berlín.

Bastó un desajuste en la zona del lateral izquierdo barcelonista para que la Juve equilibrase el notable ejercicio futbolístico del Barça. Marchisio habilitó con un taconazo la carrera de Lichsteiner, que encontró en el centro del área a Tévez. Ter Stegen respondió al remate del argentino, pero el balón cayó a los pies de Morata, como si el madrileño estuviese predestinado para protagonizar los momentos claves de la competición. Durante un rato, catorce interminables minutos, un partido de claro color azulgrana se abrió a cualquier posibilidad.

Como en la semifinal frente al Madrid, la Juve olió sangre y se lanzó al cuello de su rival. Empezó a ganar todas las disputas y a imponer su fútbol físico, con los toques de calidad de Pirlo, Pogba, Tévez y Morata. En realidad, Ter Stegen no tuvo que intervenir, pero vio como pasaba muy cerca un remate de Tévez tras una contra supersónica. Y, poco después, Pogba reclamaba penalti en un enredo con Alves. Con el susto todavía en el cuerpo, Messi por fin acudió al rescate. Culminó una jugada con un disparo seco y duro, imposible de blocar incluso para Buffon, que dejó el balón a los pies del menos indicado, Luis Suárez. Para momentos como este llegó el uruguayo al Barça.

Con ese gol, el Barcelona recuperaba una ventaja que durante mucho tiempo se había antojado muy corta. Porque a partir del minuto 3, cuando Rakitic culminó una jugada digna de cualquier "Dream Team", la final se convirtió en un monólogo azulgrana. Sobre todo durante el cuarto de hora siguiente, en el que el balón circuló a tal velocidad que la impenetrable defensa del Juventus se transformó en un coladero. Neymar, Iniesta, Jordi Alba, Alves, Luis Suárez y, por supuesto, Messi llegaban por todos lados, mientras los juventinos quizá invocaban al ausente Chiellini.

Durante esa fase de barrida azulgrana, la Juve se agarró Buffon, a todos los santos turineses y a la mala puntería barcelonista. También al carácter, a menudo acompañado de una violencia gratuita, de Vidal, encendido por el baile al que estaba siendo sometido. Poco a poco, el Barcelona fue bajando el ritmo y, por su empeño en salir jugando siempre el balón, se fabricó los problemas que no le creaba el rival. Ya había ocurrido en las dos primeras jugadas del partido, antes del 0-1, y se repitió en el minuto 23, en un robo de balón que permitió a Morata avisar de sus intenciones.

De todas formas, el Barça pegó un último arreón que le debió permitir ir al descanso con la tranquilidad del deber cumplido. Luis Suárez rondó el segundo en un tiro que se perdió por un palmo y en otro remate que le sacó Buffon. Pero nada comparado con la primera jugada del segundo tiempo, una buena muestra del nuevo Barcelona. Un córner del Juventus se convirtió en un contragolpe en superioridad numérica que el uruguayo finalizó con un disparo con el exterior de la bota que engañó a todo el mundo menos a ese sabio con guantes apellidado Buffon.

Esa jugada y una colección de paredes al borde del área protagonizadas por el tridente, con chupinazo final de Messi alto, volvió a poner a la Juve al borde del K.O. Pero nunca te puedes fiar de un equipo italiano y menos de este Juventus que alcanzó la final por algo más que su armazón defensivo. El empate de Morata devolvió el partido a aquellos tiempos cuando el fútbol era un deporte de once contra once en el que al final siempre ganaban los italianos. Esta vez no porque ganó el Barça. Porque ganó el mejor. Un equipo que tiene a Messi y a un puñado de futbolistas magníficos, entre los que ayer estuvo por última vez Xavi. El juez de portería evitó la sentencia al ver cómo Neymar se ayudaba con el brazo. Pero, en el 96, nadie pudo impedir que el brasileño dejara su sello.

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