Entre las seis y las ocho menos once minutos de la tarde de ayer el Sporting ganaba de largo en el campo del Betis, campeón de Segunda, pero nunca había estado en Primera. Ganaba el Girona desde el borde del descanso con gol del dichoso Sandaza, que siempre marca, pero el imprescindible gol del Lugo no terminaba de llegar. Hasta que la cabeza de Caballero hizo el milagro del empate que llevaba al Sporting a Primera. Pero quedaba suspense de sobra para hacer rico a algún productor de cine: el partido de Girona no había terminado, los locales marcaron, aunque en fuera de juego que un juez asistente tuvo la valentía de señalar, lo que le costó un botellazo de un aficionado iracundo; el árbitro mandó a los jugadores a la caseta en lo que se creyó que era el final del partido, pero; los jugadores, algunos desde la ducha, tuvieron que volver al campo para jugar los cuarenta segundos pendientes entre la alarma del mundo rojiblanco, que había parado la fiesta en Sevilla, en Gijón y donde quiera que haya un sportinguista, con el corazón en un puño. A las ocho y diecinueve minutos, tras la más larga espera de la historia del Sporting, la fiesta ya fue completa. El Sporting de Abelardo, porque éste es el Sporting de Abelardo, estaba en Primera en el ascenso más merecido y el más esperado. Nunca un ascenso pasó por el rato de suspense vivido al día siguiente de que un gijonés, Luis Enrique, fuera manteado por sus jugadores tras ganar la Liga de Campeones, manteo por el que pasó su amigo Abelardo en el Benito Villamarín. Los grandes viven vidas paralelas.

Las circunstancias convierten desde ya el ascenso en inolvidable. Las circunstancias con las que compareció el Sporting a la competición, con el mercado cerrado por deudas; las dificultades vividas por la plantilla que sufre retrasos en los pagos; el plantón del tal Dani Ndi; las protestas de la grada contra los rectores y lo de ayer. Demasiado para los corazones débiles.

Con todo el respeto para el Girona, que ha hecho una temporada gloriosa, el ascenso tenía que ser del Sporting, más necesitado que ninguno y con más bagaje que nadie. Este Sporting de Abelardo, porque es de Abelardo, lloraba ayer de alegría en el Villamarín. Las lágrimas de todos enseñaban al mundo lo que ha pasado esta plantilla y lo que significa para todos el logro que pasa por la honradez de un Lugo que ha engrandecido al fútbol, aunque haya dejado tocado al Girona.

Gijón vivió un final de tarde en el que sólo se veían brazos en alto, abrazos entre desconocidos, rostros felices y sólo se escuchaban las bocinas de coches y motos llenos de viajeros que se sumaban a la merecida fiesta que ha montado la chavalería de Abelardo que no quiso pasar por la dichosa promoción. La Liga de las Estrellas abre los brazos para recibir de nuevo al Sporting. El canto ése de "Barça, Madrid, el Sporting ya está aquí" se ha convertido en un realidad. Abelardo desea que el Sporting no salga nunca de Primera. Lo que diga el gran timonel.