El sportinguismo disfrutó como hace siete años del ascenso. Lo hizo por todo lo alto, pero con una pausa y un añadido de 40 segundos que cortó la respiración a más de uno mientras ya festejaba el éxito. La alegría se fundió con la incertidumbre debido a las noticias que llegaban desde Girona con la reanudación del encuentro. "¿4 minutos o 40 segundos?" Era la cuestión que mayores interrogantes tenía y sin una respuesta clara. Los ojos brillosos, cargados de ilusión, se paralizaban por unos momentos, con caras de incredulidad al no creerse lo que estaban escuchando. El Sporting, aún, no era equipo de Primera División. Vicente González no podía creérselo, "será una broma" comentaba con la voz titubeante, pensando que estaba sufriendo una tomadura de pelo. Fueron 40 segundos muy largos, con los transistores a pleno volumen en las cafeterías, en las plazas donde los más pequeños, como en El Natahoyo, ya estaban en pleno baño de celebración. Pero todo se quedó ahí, en un susto inesperado que dio paso a una nueva celebración, la segunda del día.

El sportinguismo respiraba tranquilo, por fin podían celebrar lo que minutos antes ya habían festejado, el ansiado ascenso a Primera. La pequeña Lucía Castaño, de 5 años, ataviada con los colores rojiblancos, celebraba su primer ascenso junto a sus padres. "Es un día que nos quedará marcado, los aficionados merecíamos una alegría tan enorme como la que estamos viviendo, no hay palabras", confirmaba emocionado Marcos Castaño. La alegría se instaló en todos los barrios gijoneses, que iniciaron sus festejos en la propia zona y, al minuto seguido, comenzaba el peregrinaje de muchos hacia el epicentro de la celebración en el Ayuntamiento.

Desde La Calzada hasta Cabueñes, pasando por Montevil, Roces, zonas rurales como Baldornón o Fano -en donde los voladores retumbaron en el valle- o La Guía, en donde se concentraba un gran número de seguidores rojiblancos junto a la estatua del último hombre capaz de lograr que la ciudad se aunara en una celebración de tal inmensidad. La estatua de Manuel Preciado se inundaba de recuerdos y de emoción con los seguidores brindándole también al cántabro su parte de éxito. "Gracias a él se recuperó la ilusión en Gijón y ahora le ha cedido el testigo a Abelardo, hay que estar más que agradecidos", comentaba Carlos Rivas que junto a numerosos seguidores rindieron su particular tributo al de El Astillero. "Ha ayudado desde ahí arriba", indicaba Nuria Pérez mientras le coloca una bufanda en la estatua del cántabro, en el brazo con el puño al alto señalando el triunfo, el destino hacia lo más alto, hacia la máxima categoría.

"Nos ha pillado por sorpresa, no esperábamos subir hoy -por ayer-, pero ha sido una alegría tremenda porque estamos sufriendo mucho con la situación económica del club y este ascenso nos hace ver la luz", argumentó Félix Quero desde El Llano, aunque lo primero, era celebrar el ascenso de categoría por encima de cualquier cosa. Muchos sportinguistas no pudieron reprimirse a la hora de contener la emoción en forma de lágrimas. Con los pelos a flor de piel, Margarita Rubiales no podía creerse lo que estaba viviendo. "Es un día histórico, no tengo palabras, me acuerdo de mucha gente, hay que vivirlo para sentir lo que significa todo esto", comentaba.

El himno del Sporting fue uno de los cánticos más sonados entre los claxon de los coches y las motos que inundaron las calles de la ciudad a una velocidad vertiginosa. "Somos de Primera, somos grandes", señalaba un grupo de jóvenes desde una furgoneta al paso por Begoña. La algarabía no cesó hasta altas horas de la madrugada, Gijón estaba de fiesta, como el 15 de junio del 2008. La ciudad se volcó en un día para el recuerdo cargado de nostalgia, ilusión y una alegría difícil de controlar. El Sporting volvía a ser equipo de Primera División.