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Un órdago ganador

Luis Enrique sale reforzado del partido del Vicente Calderón tras gestionar con éxito la segunda suplencia de Messi

Luis Enrique, en el banquillo del Calderón, con Messi y Masip detrás. EFE

A las 20.30 del sábado, a Luis Enrique le silbaban los oídos. Su decisión de dejar en el banquillo a Leo Messi en un partido de máxima exigencia ponía al entrenador asturiano en una posición difícil. Los apocalípticos de las ondas hablaban y no paraban de lo que ocurrió la última vez que el argentino fue suplente: derrota en Anoeta, destitución de Andoni Zubizarreta como director deportivo y convocatoria de elecciones a la presidencia. Luis Enrique se pasó aquella semana de enero pendiente de un hilo. Pero aguantó y, con Messi al frente de las operaciones, llevó al Barça al segundo triplete de su historia.

A priori, la situación recordaba a la de aquella primera jornada post-navideña. Messi, como Mascherano, había regresado con el tiempo justo de los compromisos de su selección. Y, además, el viernes había tenido un día ajetreado por el nacimiento de su segundo hijo, Mateo. Cansado y sin un entrenamiento previo, la lógica dictaba que Messi no estaba en condiciones para medirse a Godín y compañía. Pero los precedentes desaconsejaban un órdago de ese calibre, salvo que partiese de un pacto. La actitud del argentino, muy diferente a la de San Sebastián, y las palabras del gijonés lo confirmaron.

Tras una primera temporada convulsa, Luis Enrique ha ganado crédito tanto entre la plantilla como en el famoso "entorno" azulgrana. Por supuesto han ayudado los resultados, pero ya antes del triplete salieron a defenderle pesos pesados del vestuario, como Mascherano o Xavi. En contra de la creencia generalizada, los jugadores valoran a entrenadores exigentes como él, sobre todo después de la experiencia con el Tata Martino, cuyos métodos chocaron con los de los sus antecesores, Pep Guardiola y Tito Vilanova. Con Luis Enrique y su equipo ha vuelto el trabajo minucioso y con los más modernos medios tecnológicos.

Luis Enrique nunca ha negado la importancia de Messi para el Barcelona, pero el sábado demostró que en poco más de un año ha armado un equipo capaz de competir sin el argentino. Durante una hora, el Barça fue superior al Atlético de Madrid y solo le faltó puntería para reflejarlo en el marcador. Después, con el "10" sobre el campo y un rival ya maduro, el partido viró definitivamente del lado azulgrana. Messi se enchufó desde el primer momento al juego, confirmando que acataba la decisión de su entrenador. Y, para cuadrar el círculo, acabó marcando el gol que tantas ganas tenía de dedicar a Mateo.

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