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El debate sobre los aspectos positivos y negativos de la actividad deportiva

El deporte ya no es lo que era

Entrenadores de fútbol y de baloncesto dan la razón a José Antonio Cecchini en sus críticas sobre la transmisión de valores con el ejercicio físico

Cartel colocado a la entrada de un campo de rugby en Cataluña dirigido a los espectadores.

Oviedo, Mario D. BRAÑA

"La creencia de que hacer deporte desarrolla valores ya no es sostenible". Esta afirmación de José Antonio Cecchini durante la lección inaugural del curso universitario 2015-16 abrió un debate y alguna herida entre las personas vinculadas al deporte, especialmente el llamado formativo. Cecchini, campeón del mundo de lucha sambo y olímpico en judo en los Juegos de Moscú-80, habla con conocimiento de causa. Dirige desde hace años un grupo de investigación del departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Oviedo, que se ha unido a numerosos estudios internacionales que desde los años 80 desmontan tópicos relacionados con el deporte y la educación.

En realidad, no es necesario que el grupo de trabajo de Cecchini ponga negro sobre blanco lo que ocurre en el deporte. Basta con dejarse caer por cualquier campo de fútbol o cancha de baloncesto en el que compitan niños y niñas entre los 8 y los 15 años, por ejemplo. Así se entenderían mejor casos como el de Zaira Moro, la gijonesa de 14 años que ha hecho un paréntesis en su recién iniciada carrera como árbitro de fútbol, asqueada por los graves insultos del padre de un jugador de categoría alevín. O el efecto contagio de estos comportamientos en un deporte como el baloncesto, hasta hace poco modelo de deportividad.

Cecchini habla de deportes de contacto medio (fútbol europeo, baloncesto) como ejemplos de bajo nivel de "fair-play". Algo que contrasta con el rugby, paradigma del contacto alto. Por algo se le ha definido como "un deporte de brutos practicado por caballeros". No es casualidad que los jugadores de rugby sean los más respetuosos con los rivales, los árbitros y las reglas de juego. Lo explica Rubén Díaz, que lleva 45 años relacionado con el deporte del balón ovalado y ahora ejerce de vicepresidente de la Federación Asturiana: "El rugby transmite unos valores extraordinarios. Fomenta el juego de equipo y mantiene unas tradiciones incluso allí donde ha llegado el profesionalismo: respeto máximo al árbitro, al capitán, el pasillo final a vencedores y perdedores...".

Y el tercer tiempo. Después de 80 minutos de placajes, golpes, caídas y máxima tensión, los protagonistas de un partido de rugby se juntan para tomar unas cervezas y comentar aspectos del juego, o de la vida. Algo inimaginable en cualquier otro deporte mínimamente competitivo. Además de aspectos intangibles, como la tradición, para entender las diferencias hay que ir al origen. A la formación de los entrenadores que después tienen que dirigir los primeros pasos de los niños. Luis Miguel Bores, coordinador de baloncesto del colegio San Ignacio de Oviedo, confirma que en su deporte también cuecen habas.

"En todos los cursos que he hecho no había ninguna asignatura sobre ética deportiva. Y debería de haberla, sobre todo para el baloncesto de formación", recalca Bores, que considera que vamos a peor. Además del efecto contagio del fútbol, el técnico del San Ignacio detecta dos factores negativos: la televisión, "porque los críos hacen lo que ven", y los padres: "Cuando yo jugaba, mi padre nunca iba a verme. Ahora, según me comentan mis compañeros en el colegio, ya pasa hasta en el voleibol, donde también hay padres que se pasan de la raya".

Así que Luis Miguel Bores da la razón a Cecchini: "El deporte como tal no te transmite unos valores". Lamenta que incluso en la etapa de formación, cuando el deporte debería de ser sobre todo entretenimiento, a los niños solo se les inculque la necesidad de ganar. Ni siquiera en los colegios se libran de esa presión y por eso se han limitado las normas que obligaban a los entrenadores a dar minutos a todos los jugadores, al margen de su capacidad: "Ahora solo en benjamines y alevines tienen que salir al menos un cuarto".

Iñaki Artabe no necesitó que nadie se lo insinuase para que los niños que entrenaba en La Fresneda viesen el fútbol como un espacio para disfrutar. Siempre tuvo claro que el espíritu de grupo y el derecho de los niños a sentirse protagonistas estaban por encima de los resultados. Y llegó al extremo de retirar a uno de sus jugadores en un partido de alevines cuando su rival, el Matalablima, se quedó en inferioridad por lesión sin tener recambios en el banquillo. "Ya lo había hecho más veces", explica Artabe, "pero aquel día un padre se dio cuenta y envió una carta a LA NUEVA ESPAÑA elogiando mi decisión".

El conocimiento público sirvió para que Iñaki Artabe, en la actualidad coordinador de deportes del Colegio Inglés de Asturias, fuese distinguido con el Premio Delfos. Estas distinciones las entrega anualmente, desde 1991, la Asociación Amigos del Deporte, con sede en La Felguera. Entre sus principios fundacionales se encuentra el de "fomentar y desarrollar los valores ético-deportivos a través de la amistad, el compañerismo, el respeto, la solidaridad, la tolerancia y la camaradería". Sus promotores se definen como "personas que creemos en el deporte como actividad esencial en el desarrollo integral de la persona, que debe ser revalorado creando actitudes y comportamientos basados en criterios ético-deportivos, tanto entre los deportistas practicantes como entre los distintos agentes sociales que participen directa o indirectamente en el mismo".

La Asociación Amigos del Deporte, entidad declarada de utilidad pública en 2004, se hace unas preguntas que dibujan el panorama del deporte actual: "¿Cuantas veces has sentido vergüenza ante el comportamiento es espectáculos deportivos de grupos de aficionados que utilizan la violencia como meta para lograr la victoria?. ¿De actitudes, gestos y palabras de "deportistas" que buscan sus objetivos, aunque sean con el engaño? ¿De una falta de ética deportiva en dirigentes, que sólo buscan el deporte como plataforma de lanzamiento personal?. ¿Y de tantas otras cosas que corroen y destruyen los auténticos valores del deporte?".

Iñaki Artabe tiene muy clara su misión como entrenador, al menos en la etapa de formación: "Que los críos sean personas, que lo que aprenden en el fútbol les valga para la vida". Y, al margen de inculcarles unos valores, que se preocupen por mejorar antes que por ganar: "Le pongo reglas para que progresen. Por ejemplo, en los entrenamientos, si metían un gol con la pierna derecha, el siguiente tenía que ser con la izquierda. O para que pasaran el balón a los que no habían marcado ninguno".

Artabe lamenta que solo la federación catalana haya impuesto una norma para que todos los integrantes de un equipo jueguen al menos unos minutos. Él se atrevió a hacerlo incluso en su etapa al frente del Oviedo alevín, seguro que con la incomprensión de más de uno: "Perdimos una final contra el Sporting por ponerlos a todos". El problema para Artabe es que el fútbol es un negocio incluso en la base: "Los clubes, por modestos que parezcan, funcionan como empresas. Porque cada crío, por formar parte de un equipo, paga 35 euros al mes. Y en muchos casos sus padres también tienen que pagar por los chándales, la lotería de Navidad y por los autobuses".

José Ramón Cuetos Lobo, presidente del Comité Asturiano de Entrenadores de Fútbol, no pinta un panorama tan sombrío y advierte de que se están tomando medidas para que los futuros técnicos puedan educar en valores: "En los cursos de primer nivel se da Sociología, que tiene una parte que trata sobre el comportamiento de los jugadores. Y pronto se va a implantar la de ética deportiva, con un código deontológico". Según Lobo, el problema es que Asturias cuenta con 1.500 entrenadores titulados y solo ejercen 500 porque muchos clubes contratan monitores para las categorías en los que son es obligatorio. "Yo sólo daría subvención a los clubes que tengan entrenadores titulados", advierte Lobo.

Otra medida para evitar el exceso de competitividad entre los más pequeños: "Yo eliminaría las clasificaciones. De momento, la asturiana es la única territorial en la que no publicamos resultados de partidos con más de cinco goles de diferencia". También apunta a los directivos: "Los entrenadores buscan el resultado porque sabe que si no gana, le echan". Y relativiza la influencia que pueden tener los entrenadores sobre los niños, por mucho que inculquen un comportamiento deportivo: "Con ellos solo pasan tres horas a la semana. Si en casa les dicen otra cosa, no hay nada que hacer".

Lobo también habla de la base cultural de la gente del fútbol, "que aunque ha mejorado en los últimos años sigue por detrás de la del baloncesto". No lo ve tan claro Luis Miguel Bores, que ni siquiera aprecia diferencias en el comportamiento en el modo de actuar de los equipos de colegio y de los clubes: "Y todo es fruto del aprendizaje que reciben los entrenadores". Y lanza una acusación de más calado: "Se han cargado el deporte escolar. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Oviedo no concede escuelas a los colegios. Se fomenta que los niños vayan a jugar a los clubes".

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