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Asalto al trono de Cristiano

El portugués vive su temporada menos productiva, mientras el Madrid piensa en Bale como la estrella para construir su futuro

Cristiano Ronaldo y Bale esperan para el saque de centro tras uno de los goles del Sevilla. MARCELO DEL POZO / REUTERS

El problema puede estar en el cambio de guardia. Antes, no había ninguna duda: todo en el Madrid empezaba y terminaba en Cristiano Ronaldo. Su candidatura a referente del club blanco se sustentaba en los números, poderoso argumento, y en las sensaciones. Cristiano, con sus excesos incluidos, parecía un futbolista con el molde del Madrid más galáctico: ganador, arrollador y algo soberbio. Florentino Pérez veía así cumplidas sus expectativas con rendimiento deportivo e ingresos por publicidad. Goles y ventas. Regates y gomina. Pero el paso del tiempo -el portugués cumple 31 años en febrero- ha ido menguando su rendimiento: 8 goles en Liga, por los 18 de la temporada pasada a estas alturas. También, su relación con Florentino Pérez.

A los argumentos futbolísticos para plantearse un futuro en torno a un nuevo pilar se unen los de índole personal. Fútbol y política. Siempre ha sido así en el universo Florentino. El presidente, bajo la apariencia de meditadas decisiones, ha sobrevivido en muchas ocasiones a base de impulsos. Así llegó a la presidencia en su momento, flechazo y herida al Barça con la llegada de Figo. Su último impulso le lleva a apostar por Bale antes que por Cristiano Ronaldo para construir un proyecto sólido de futuro.

El último detalle de que las cosas entre el presidente y la estrella no marchan bien se pudo ver el lunes, en la presentación de la película de Cristiano en Londres. Nadie del Madrid acudió a la cita. Para los que se han leído el libro de instrucciones del portugués, la ausencia de representación oficial es un ataque directo a su ego.

La candidatura de Bale a pilar del futuro Madrid tiene sus puntos a favor. La edad, 26 años, por ejemplo. También unas condiciones físicas superlativas, deportista de laboratorio. En contra del cambio hay un sinfín de argumentos. El primero y más evidente es que Bale nunca ha alcanzado el nivel de Cristiano, ni se ha acercado, desde que está en el Madrid. Títulos a un lado, el influjo del galés no parece suficiente como para pensar en un equipo hecho a su medida. Bale desaparece habitualmente de los encuentros y aparece en forma de relámpago, con asistencia o gol. Decide partidos, pero le falta peso en el juego coral. Da la impresión de que al británico le queda un largo camino hasta alcanzar el carisma que ha logrado el portugués.

Cristiano tampoco ha contribuido a rebajar la tensión del ambiente. El portugués, espíritu infantil, aprovecha cada intervención pública para arrojar dudas sobre su futuro. Como si necesitara lucir pretendientes para recordar al Madrid su caché. Una confesión al oído de Blanc, un posible regreso a la pizarra de Mourinho, la Premier como horizonte? Cristiano sabe jugar con sus pretendientes. Da la impresión de que suspira de esta manera por los síntomas de enamoramiento que se han ido apagando en Madrid.

La decisión de darle protagonismo a Bale ha sorprendido a Benítez en el medio. El papel del entrenador no es sencillo. Desde el primer día de verano ha intentado que Bale estuviera más conectado con el juego del equipo. De ahí su primer impulso de hacerle crecer como media punta, una medida que ha adoptado solo en determinadas ocasiones. El entrenador se ha visto obligado a lanzar flores esporádicamente a su estrella portuguesa para no perderle por completo. Pero sus planteamientos parecen desesperar al portugués. A día de hoy, no se sabe si para Benítez es un "nueve" o un futbolista de banda. El partido de Sevilla, el Cristiano más gris que se recuerda en mucho tiempo, supone el mejor ejemplo de que algo no marcha bien.

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