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Culé moyáu

Aburrimiento y pornografía

Lo que faltaba. Ahora resulta que el juego del Barça que destruyó al Real Madrid, hizo añicos a la Roma y convirtió en invisible a la Real Sociedad es aburrido. Las goleadas del Barça aburren, amigos. Claro, claro. Ver la "Gioconda" en el Louvre también es aburrido, y quedarse quieto delante del Partenón, y escuchar el diálogo en el aeropuerto entre Rick e Ilsa antes de que Rick inicie una hermosa amistad con el capitán Renault. Los partidos de tenis de Djokovic también son aburridos, el Bayern de Múnich es aburrido y los All Blacks son aburridos. Que sí, que vale. Que uno se cansa de las columnas rotas del Partenón, de los amores rotos de "Casablanca", de las rupturas de servicio de Djokovic y de las cinturas rotas de los que intentaban parar al inolvidable Jonah Lomu. Y, sobre todo, ya estamos aburridos y cansados de que Iniesta se mueva por el campo como Fred Astaire se movía en "Sombrero de copa", de que el trío culé de delanteros inspire a los teólogos que intentan explicar que Dios es uno y trino, de que Bravo haya convencido a los niños de que ser portero en el recreo no tiene por qué ser un castigo, y de que ese Alves al que todos daban por muerto se mueva por la banda con bastante más peligro que los zombis de "The walking dead".

Puede que si los partidos del Barça no fueran tan visibles, el Libro de Estilo de los que insisten en negar al Barça el pan y la sal no incluiría un capítulo dedicado a la teoría del aburrimiento. Como dice el filósofo de origen coreano Byung-Chul Han, la hipervisibilidad no es ventajosa para la imaginación, y es así como el porno, que en cierto modo lleva al máximo la información visual, destruye la fantasía erótica. Seguro que todos los futboleros que dicen que se aburren con las últimas goleadas del Barça tendrían fantasías eróticas con Busquets si los partidos del actual campeón de Europa no fueran hipervisibles, del mismo modo que si la información visual disponible de las jugadas de Neymar no convirtiera los movimientos del futbolista brasileño en gimnasia sexual, nadie prestaría atención a sus excesos técnicos. Un Barça pornográfico puede ser aburrido en el sentido de que enseña demasiado, pero ni así me lo creo. El Barça ha conseguido que pornografía e imaginación coincidan durante noventa minutos.

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