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Fútbol es fútbol

Messi no es Bart Simpson

Ronaldo y Messi, dos jugadores imposibles de entender a partir de las categorías clásicas del fútbol, no dejan de marcar goles y de comprometer nuestro entendimiento. Vamos a ver. ¿Cómo es posible que parte del Bernabéu pite a Ronaldo? ¿Silbaríamos a Woody Allen si no entregara su película anual? ¿Acaso diríamos: "¡Bah! Woody Allen ya no es el que era porque no sólo no todas sus películas son sobresalientes, sino que alguna es de notable alto, sino que se ha retrasado en su cita con los espectadores y ha estado más de un año sin estrenar una película"? Absurdo, ¿no? Pues resulta que algunos se ponen nerviosos cuando Ronaldo no marca fuera de casa o no resuelve partidos como quien desatasca un desagüe. Messi plantea otro tipo de problemas porque resulta que el 10 argentino se supera semana tras semana y así es imposible definirlo, explicarlo, catalogarlo, entender cómo demonios lo hace. Vamos a meternos en estos charcos, a ver qué sale.

Creo que el problema de Ronaldo es que se le ve demasiado. Que está siempre ahí, miremos donde miremos. Ronaldo ha olvidado que, como decía Walter Benjamin, para las cosas que están al servicio del culto el que existan es más importante que el hecho de ser vistas. El valor futbolístico de Ronaldo depende de su existencia (de sus goles, de su capacidad de intimidar al contrario), no de su exposición en ruedas de prensa, campañas publicitarias, polémicas pseudofutboleras, viajes a Marruecos, declaraciones fuera de lugar, poses excesivas en el terreno de juego o gritos que rozan la vergüenza ajena al recoger un Balón de Oro. Ronaldo debería vivir como un monje en un espacio inaccesible, de forma que fuera imposible verle fuera del campo. Nada de autógrafos. Nada de hacerse fotos en ropa interior. Nada de novias modelos. Nada de declaraciones acerca de su futuro (Ronaldo? ¿actor de Hollywood?) y, mucho menos, de su pasado (el agua del Manchester United no mueve molino en la Liga española). Pero en este fútbol que nos ha tocado vivir las cosas tienen valor sólo cuando son vistas, así que Ronaldo sólo tiene valor cuando tenemos a Ronaldo hasta en la sopa y cuando mete tres o cuatro goles en un partido. Un gol ya no es nada. Hay que marcar tres, cuatro, ¡cinco! Y luego no hay que encerrarse en el monasterio, sino dejarse ver, fotografiar, tocar. Los futbolistas como Ronaldo tienen que hablar para que se les vea, una aplicación perversa de la famosa frase que Sócrates dirigió a un joven especialmente callado. Desvelado, el juego de un gran futbolista como Ronaldo siempre nos parecerá insuficiente.

Messi tiene otro problema. El problema del maravilloso futbolista del Barça es que no acaba de llegar a su edad ideal, y así no hay manera de decir: "Vale, esto es Messi". Cuando los dioses griegos llegan a su edad ideal (y lo hacen con mucha rapidez), su desarrollo se detiene, como ocurre con los personajes de las series de ficción o de los cómics. Bart Simpson siempre tiene diez años, y los años no hacen estragos en el cuerpo del Capitán Trueno. Pero Messi parece estar lejos de su edad ideal porque cada temporada mejora, hace más cosas, se reinventa, convierte a su equipo en un equipo mejor. Y así no hay quien pueda. Todo lo que digamos hoy de Messi quedará desfasado mañana, cuando convierta un penalti en una asistencia a Luis Suárez o mejore esas diagonales que parecían imposibles de mejorar. Es fácil hablar de Bart Simpson. Es imposible hablar de Messi.

Ronaldo sin velo y Messi sin edad ideal. Cuando Ronaldo viva en un monasterio y Messi sea como Bart, hablamos.

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