Después de cuatro días de reacciones desde cualquier lugar del mundo mínimamente futbolero, poco queda por decir de Johan Cruyff. Así que aporto una experiencia personal, de la única vez que estuve cerca del holandés, allá por enero de 1994. El Barcelona, ya con la etiqueta de "Dream Team", llegaba en víspera de Reyes para jugar una eliminatoria de Copa contra el Sporting, camino de su cuarta Liga consecutiva y, eso parecía entonces, de su segunda Copa de Europa. La gente que se acercó a Mareo para ver a los Laudrup, Stoichkov, Koeman o Guardiola se marchó decepcionada: apenas un rondo, un partidillo... y a la ducha. Cuando la prensa le pidió explicaciones, Cruyff respondió con toda naturalidad: "Pocas veces haremos más que esto". Al día siguiente el Barça, corriendo lo justo, resolvió la eliminatoria: 0-3. Por estas y otras cosas, Cruyff era diferente. Sólo él, ante el partido más importante para un futbolista, la final de una Copa de Europa, era capaz de soltar: "Ahora, salid ahí y disfrutad". Para el cruyffismo, fútbol es sinónimo de felicidad. Bien jugado, Johan.
Una semana de pasada