Los Juegos Olímpicos sirven entre otras cosas para que deportistas anónimos de disciplinas poco conocidas tengan la oportunidad de vivir su momento de gloria. Sólo los Juegos pueden lograr que un montón de gente se ponga delante de la televisión para ver un concurso de tiro al plato o de pentatlón moderno si hay una medalla para uno de los suyos de por medio.

Pero no todos los deportistas son iguales. Y los más distintos de todos son probablemente los jugadores de la selección de baloncesto de Estados Unidos. Un grupo de multimillonarios para los que los Juegos Olímpicos son una competición menor en comparación con la NBA que todos ellos disputan. De hecho, algunas de las grandes estrellas de la mejor liga del mundo directamente renuncian a acudir a la cita olímpica, como han hecho LeBron James o Stephen Curry después de una agotadora temporada que acabó en una final que se llevaron los Cleveland Cavaliers.

Aún así, con ausencias o sin ausencias, la selección de Estados Unidos es uno de los grandes atractivos de los Juegos. Lo lleva siendo desde que en Barcelona '92 irrumpió el "dream team", aquel equipo legendario en el que jugaban Larry Bird, Michael Jordan y Magic Johnson. Las estrellas de la actual selección brillan mucho menos que aquéllas, pero aún así son un reclamo importante para los Juegos y una oportunidad de que la NBA se haga aún más conocida en todo el mundo. Y de paso facilita bastante que Estados Unidos sume una medalla de oro.

Muchos deportistas de los que están ahora en la Villa Olímpica de Río de Janeiro aspiran a volver a casa con una foto de Kevin Durant o de Carmelo Anthony, quizás los dos jugadores más famosos del equipo. Todos quieren estar cerca de ellos y eso parece que les incomoda un poco.

Tanto que han decidido no instalarse en la Villa junto al resto de los participantes. La polémica sobre si están o no están en condiciones las habitaciones de los deportistas en Río es algo que a ellos les importa poco porque están alojados en el "Silver Cloud", un crucero de lujo amarrado en el puerto de Maua, en la bahía de Río de Janeiro. Un barco que tiene 196 camarotes de lujo a su disposición. Además de la comodidad de unas habitaciones que cuestan entre 11.000 y 16.000 euros a la semana, es también una forma de garantizar la seguridad de unos deportistas que valen su peso en oro.

Sobre el mar se concentra un equipo que en la madrugada de ayer se estrenó pasando por encima de China. Estados Unidos lleva sin perder desde que en 2006 cayó en una semifinal del Mundial ante Grecia (101-95). Un torneo que acabó ganando España. Precisamente el equipo que lidera Pau Gasol aspira a acabar con la racha triunfal de Estados Unido, que ha ganado los tres últimos oros olímpicos en baloncesto.

En los dos últimos se quedaron a un paso. En Pekín 2008 perdieron (118-107) en un partido en el que pusieron en muchas dificultades a un equipo poco acostumbrado a sufrir. De nuevo les metieron el miedo en el cuerpo en Londres 2012, donde lograron la plata tras caer en la final por 107-100. Gasol aspira a la medalla que le falta y a desatar una tormenta en medio del crucero.