Nadal, oro en dobles, luchará por la medalla de bronce en la modalida individual tras no poder superar a Juan Martín del Potro (5-7, 6-4 y 7-6) en las semifinales. El tercer puesto se lo jugará ante el japonés Nishikori

Pero antes, en la madrugada de ayer, había logrado un enorme éxito junto a su colega Marc López al ganar a los rumanos Florin Mergea y Horia Tecau por 6-2, 3-6 y 6-4 en la final de dobles. Marc y Nadal sellaron en Río 2016 el triunfo de la amistad, el éxito que alivió las sombras a las que el balear ha estado sometido en los últimos tiempos y el triunfo que ha ampliado la repercusión de la carrera del catalán, relegado al segundo plano al que se condena a la modalidad de dobles.

Pero es una medalla olímpica en toda regla. Además de oro. Un premio que nutre como cualquier otro la historia del tenis español a lo largo de los Juegos Olímpicos. Un sueño más que alimenta la ristra de deseos, aparentemente inalcanzables, que contemplaba el tenista barcelonés.

Marc López, 31 años, y Rafa Nadal, 30, han sabido trasladar a la pista el afecto que ha crecido entre ellos desde la juventud. Una relación estrecha a base de raquetazos que distanció el ránking. Que el deporte reubicó. El tiempo terminó por enviar a Nadal al olimpo del tenis. A situarlo entre los mejores de la historia. A ser un referente en el deporte mundial. Marc terminó por encontrar su hábitat en la modalidad de parejas, donde ha llegado a ser reconocido por sus adversarios y por la clasificación entre los mejores del mundo.

Mientras los ecos del balear se disparaban, el barcelonés buscaba su espacio. Ansiaba López hacerse un hueco y convertir este deporte que ama en su profesión. No fueron las cosas como pensó en un principio para este jugador que se aferró a una raqueta porque su hermano, ocho años mayor, era hábil en la materia. El crecimiento que poco a poco ejecutó en sus inicios, con unas semifinales en Stuttgart y varias fases previas superadas en sus pasos iniciales, se estancó.

Marc recuerda con especial predilección una victoria sobre su entonces ídolo, Sergi Bruguera. Pero de pronto se vio en medio de torneos challenger y futures. No llegó a consolidarse nunca entre los cien primeros del mundo. Su sitio estaba en otro lugar. En los dobles. Llevaba ya tiempo de andadura cuando la compañía de Nadal, especialmente en el 2009 llamó la atención. No era habitual ver al número uno del mundo prodigarse en las competiciones de parejas. Una extraña pareja que ha conquistado Río.