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El triplete de Miguel García

El técnico luanquín está detrás de las medallas de Saúl Craviotto en los Juegos de Pekín, Londres y Río de Janeiro

El triplete de Miguel García

Saúl Craviotto ha conseguido tres medallas en sus tres participaciones en los Juegos Olimpicos, solo o acompañado de otros. Lo único que no ha cambiado en Pekín, Londres y Río es la figura de su entrenador, el asturiano Miguel García. Salvo el paréntesis de Sidney-2000, Miguel García (Luanco, 6 de febrero de 1973) acude puntualmente a la cita olímpica desde Barcelona-92, primero como palista y desde 2004 como entrenador del equipo nacional. Hoy, en el K-1 200, Saúl Craviotto puede ampliar la cuenta.

"Saúl es un fenómeno. De los palistas que yo traté es uno de los más grandes", declaró García después del nuevo éxito del catalán, formando pareja con Cristian Toro. Un K-2 de oro que se forjó en Trasona en apenas ocho meses. Y que surgió de un anterior proyecto fallido. "En Milán tocamos fondo", destaca García en referencia al Mundial de Milán de 2015. "Fue muy duro venir de vacío y afrontar un año sin tener asegurada la plaza olímpica. Sobre todo hasta que volvimos a entrenar".

Ahí pudo comprobar, una vez más, el valor incalculable de Craviotto como competidor: "Saúl en seguida cambia el chip. Y una vez que la máquina empieza a funcionar es imparable. Además, pese a que ya tenía dos medallas olímpicas, él fue el que arrastró a los otros".

Después de colgarse el oro en Pekín con Carlos Pérez Rial y la plata en Londres en solitario, Saúl Craviotto encontró en Cristian Toro a su compañero ideal para el nuevo reto. "Cristian es muy competitivo", señala García. "No le gusta perder a nada. A Saúl le vino bien la chispa de un tío de veintipocos años que intentaba ganarlo en cualquier serie". Pero, por encima de la pareja, Miguel García considera que la clave estuvo en lo que él llama "el grupo de Trasona".

"Además de Saúl y Cristian, desde 2013 formamos un equipo en el que estaba Carlos Arévalo, Juan Oriyés, Íñigo Noval, José Luis Gómez, Ion Bargauanu y Jesús Soler. Todos se implicaron mucho en el día a día a día y ayudaron a dar frescura al grupo". El K-2 olímpico no se definió hasta principios de año: "Empezamos a hacer pruebas en diciembre y en enero ya se veía que su barco era el que iba mejor".

Así hasta la regata triunfal de Río: "Salió perfecta. Corregimos algún pequeño defecto en la salida. Es un K-2 bastante pesado, pero una vez que ponen tantos kilos en marcha, en la segunda parte, son imparables. Sacaron tres décimas, que en un 200 es una barbaridad". Con la satisfacción del deber cumplido y la posibilidad de otra medalla hoy, García no se atreve a mirar a Tokio-2020, aunque advierte que Saúl, "por condiciones, puede llegar".

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