La Casa de Cultura "Benito Pérez Galdós", en Arriondas, congregó a cerca de 250 seguidores de Javier Hernanz para seguir, a través de una pantalla gigante, la prueba del K-4 olímpica. Momentos antes de la salida, los parragueses alimentaban el sueño de alcanzar el podio olímpico. Entre los asistentes estaba la abuela materna del palista, Teresa de Diego; el presidente del Comité Organizador del Descenso del Sella, Juan Manuel Feliz; así como varios niños y niñas de las categorías inferiores de Los Rápidos-Jaire Aventura, club en el que se inició Hernanz, de la mano de René Cuenco González.

"Era un tío que ya lo veías que era buenísimo. Muy disciplinado remando, sin dejar nada a la improvisación. Y muy bueno también jugando al futbol", recordaba René Cuenco. "Van a dar la campanada, al menos subir al podio, se lo merecen. Nadie sabe el esfuerzo que hay detrás del piraguismo", comentaba en los prolegómenos de la regata Cuenco.

El K-4 1.000 de España siempre fue uno de los iconos del piragüismo, pese a no estar presente en las cuatro anteriores citas olímpicas, al no lograr clasificarse. Hablar del K-4 es recordar los inolvidables tiempos de Chema Celorrio, Díaz Flor, Herminio Menéndez y Misioné, que fueron subcampeones olímpicos en Montreal (1976), batidos por la Unión Soviética; y campeones del mundo en Belgrado (1975). Ahora, culminados estos Juegos de Río, se abrirá un abanico de opciones cara a Tokyo-2020, con una generación -sin descartar actuales componentes- que llega apretando muy fuerte.