Una inmensa sonrisa de felicidad que iluminaba su cara, aspecto fresco a pesar del largo viaje y las dos relucientes medallas conseguidas en Río colgando del cuello, una de oro y otra de bronce. Así se presentó ayer el doble medallista olímpico en Brasil Saúl Craviotto en el aeropuerto de Asturias, donde fue recibido por un centenar de aficionados que no cesaron de gritar su nombre.

Craviotto, de 31 años, catalán de nacimiento y gijonés de adopción, es grupista y, como tal, fue recibido al pisar suelo asturiano. Junto a varios componentes de la sección de piragüismo del Grupo Covadonga, también recibieron al mejor español en Río -junto a Mireia Belmonte, también oro y bronce- miembros de Los Gorilas de Candás y del Fertiberia Atlética Avilesina, todos con pancartas. El aeropuerto se convirtió en una fiesta en la que participaron los viajeros pendientes de tomar un vuelo y los que iban aterrizando. La llegada del campeón estaba prevista para las 15 horas y se demoró hasta las 17.10 por problemas de enlace en Madrid, pero la espera mereció la pena.

El primer saludo fue para su mujer, Celia García, y para su hija Valentina, que apenas tiene año y medio. "Siempre la he tenido presente", desveló Craviotto. Ellas fueron las primeras en las que pensó tras ganar las medallas. Después en sus padres, en sus patrocinadores, "que son vitales", en el Cuerpo Nacional de Policía, en cuya Comisaría de Gijón trabaja como agente, y en general en toda la gente que está ahí ayudando, a menudo, desde un segundo plano.

Los primeros minutos tras su llegada fueron una locura. Proliferaron los empujones porque todo el mundo quería el mejor sitio para sacar una foto con el campeón y lograr su autógrafo. Los más sensatos pedían calma recordando que "hay tiempo para todos", y sus compañeros policías destinados en el aeropuerto no podían ocultar su orgullo. Todas las caras eran de satisfacción y felicidad. Es el poder de las medallas, sobre todo las olímpicas por la dificultad y el esfuerzo que supone conseguirlas. Así lo entiende Craviotto, que después del revuelo dedicó unos minutos a los medios: "Estoy muy contento, pero más que por las medallas, que no dejan de ser un trozo de metal, por ver que he hecho feliz a muchas personas, a mi familia, a la gente del piragüismo, a Asturias, que es como mi casa porque es mi segunda tierra, y a todo un país. Me emociona muchísimo ver a toda esta gente así".

Craviotto se centró más este año en el K-2 200 con Cristian Toro, después de la decepción por su ausencia en esta prueba en Londres, y habló de "paz y alivio" tras lograr el oro. "Sentí mucha felicidad, como alivio, y una paz indescriptible porque llevas cuatro años preparando una prueba de 32 segundos. Que el día clave puedas con esa presión, con los nervios y con todo, cuando llegas a meta y ves que has ganado sientes que ha merecido la pena todo el esfuerzo".

El bronce llegó en el K1 200 y asegura que fue una sorpresa. "Ha sido un regalo, un extra con el que no contaba. Ni en mi mejores sueños hubiera imaginado ser cuádruple medallista olímpico. Es algo increíble". Y es que estas dos medallas se suman al oro en K2 500 de Pekín y a la plata en K1 200 de Londres, cuatro medallas en tres Juegos seguidos que le dejan a una sola del mayor medallista español, el piragüista gallego David Cal. Pero a Craviotto es algo que no le preocupa. "No pienso mucho en eso. El número de medallas es importante, pero no le doy la trascendencia que le da la prensa, el Comité Olímpico o quien sea. Yo pienso en lo mío, en mis objetivos personales, en seguir luchando y en intentar ir a por otra", explicó.

Sobre el futuro hablará en octubre o noviembre con su entrenador, Miguel García, que llegó con él ayer al aeropuerto y que le acompañó en las tres ediciones olimpicas. "Hablaremos, pensaremos lo que vamos a hacer y veremos si nos embarcamos en el nuevo proyecto de Tokio 2020", explicó. Su intención es seguir. En Tokio tendrá 35 años, pero adelantó que sólo lo hará si se ve con opciones de medalla. "Si al final tomo la decisión de ir es porque lo veo claro", precisó.

De momento, sólo piensa en las vacaciones. "Necesito descansar, sobre todo de cabeza, porque físicamente estoy muy bien, pero me hace falta desconectar mentalmente y estar dos o tres meses sin tocar una piragua". La gijonesa María López, integrante de la selección de hockey hierba que logró diploma en Río, llegó en el mismo vuelo que Craviotto a Asturias y también tenía un buen número de seguidores esperando, sobre todo de la sección del Grupo Covadonga, donde empezó a jugar. "La experiencia fue increíble. Era un sueño ir y encima logramos un diploma que nos ha costado mucho esfuerzo", señaló.

La selección española no logró clasificarse para Londres por primera vez desde el oro de Barcelona 92 y compitió en Río por la renuncia de Sudáfrica, lo que da un mayor valor a su actuación. Y las jugadoras lo notaron. "Me llegaron mensajes de apoyo y sabía que había bastante gente siguiéndonos", señaló María, que ya piensa en Tokio. "Vamos a prepararnos con más ganas si cabe, pero antes hay que seguir trabajando para preparar los europeos y los mundiales", señaló.

María López (26 años) está cerca del medio centenar de internacionalidades y compite desde 2010 con el Club de Campo de Madrid, con el que logró títulos como la Liga, la Copa de la Reina, el nacional de sala y el subcampeonato de Europa en sala. Su plan para este año es seguir en el equipo, pero su idea es competir un año fuera. "Si cambio sería para vivir otras experiencias, ver otra ligas y probar", señaló.