Con Cristiano Ronaldo, Bale, Kroos, Modric, Sergio Ramos o Benzema sobre el césped del estadio de Gran Canaria no era fácil fijar la atención en un tipo de 1,71, con un peinado convencional, ni un tatuaje a la vista y la camiseta amarilla metida por dentro del pantalón, una rareza en estos tiempos. Roque Mesa pasa por un tipo corriente, pero verlo jugar al fútbol es una delicia. Se sitúa en el eje de su equipo, la Unión Deportiva Las Palmas, y lo pone a funcionar como un reloj. Tiene calidad, sentido táctico y carácter para dirigir el fútbol de un grupo con evidentes limitaciones. Siempre estuvo ahí, pero la llegada de Quique Setién al banquillo le ha permitido dar un salto de calidad. El técnico cántabro ha demostrado que un equipo modesto puede ser sobradamente competitivo en Primera División con un pivote bajito, con poco músculo y no demasiado rápido. El del sábado no fue su mejor partido. Perdió más balones de lo habitual y en el segundo tiempo se vio arrollado por el vendaval blanco, pero nunca traicionó su forma de jugar. No es raro que uno de los secretarios técnicos más avispados del planeta futbolístico, Monchi, le haya echado el ojo para su Sevilla. Lo que habría que pedir, en cualquier caso, es que quien apueste por este magnífico secundario le permita expresarse tal como es, como lo hace habitualmente en Las Palmas.