"Lo único imposible es aquello que no se intenta". Saúl Craviotto animó ante todo a los alumnos del colegio la Asunción de Gijón a hacer deporte. A probar en diferentes disciplinas hasta encontrar la que más les guste, pero por encima de todo que disfruten y practiquen deporte como una base saludable y educativa. "El deporte es una forma indirecta de invertir tanto en educación como en salud, a medio o largo plazo un niño que hace deporte coge buenos hábitos y tiene una buena alimentación. Y a nivel educativo aprendes a luchar y adquieres unos valores de compromiso y sacrificio", dijo el piragüista ante los alumnos.

Con un pasillo entre remos y con una sonora ovación, el leridano, afincado en Gijón, donde trabaja como policía, fue recibido por los alumnos de la Asunción. El cuatro veces medallista olímpico les habló sobre su trayectoria e hizo hincapié en el enorme esfuerzo y dedicación que supone conseguir una medalla olímpica. "Ir a unos Juegos para mí ya era lo máximo. Ganar y repetir medalla era algo inimaginable", señaló. "La clave es tener los pies en el suelo y olvidarte del éxito, y marcarte plazos cortos para motivarte. Porque ganar en los Juegos es supercomplicado", insistió.

Saúl Craviotto recordó sus inicios en el piragüismo cuando sólo tenía 7 años, y para seguir los pasos de su padre, que también fue palista. Y con 15 años recibió la llamada de la selección. "Fue un momento duro dejar a mis padres, a mi novia, e irme tan joven a Madrid, pero si se lucha por lo que se sueña merece la pena el sacrificio", resaltó el piragüista.

En su intervención también confesó a los alumnos un momento vital: cuando se decidió por el piragüismo, ya que practicaba al mismo tiempo kárate y fútbol. "En kárate no era tan bueno y en el fútbol chupaba siempre banquillo. Al final parece que acerté con esto del piragüismo", sonrió Craviotto.

Su visita a la Asunción fue especial. "Aquí estudió mi mujer, Celia, y lo hace mi sobrino Guillermo ahora, y ambos me hablan muy bien de este colegio", dijo en el inicio de un encuentro en el que se fotografió con los alumnos, les regaló unas dedicatorias firmadas, les enseñó y dejó tocar sus medallas.

"Ver niños ilusionados a los que sólo con tocarte y darte la mano ya les supone una sonrisa, me hace muy feliz", señaló Craviotto, que se despidió ante el grito de los más pequeños de "Saúl, yes un crack" y con un lema, el que le hizo triunfar a nivel olímpico: "Cuatro años de trabajo en treinta y dos segundos (lo que dura la prueba). Lo único imposible es aquello que no intentas".