Ayer comenzó en Doha (Qatar) el Mundial de ciclismo, una de esas rarezas que confirman que los intereses económicos han devorado por completo a la lógica deportiva. Porque sólo así se puede entender que los practicantes de una de las modalidades más duras tengan que afrontar condiciones tan extremas como temperaturas próximas a los 40 grados y una humedad en torno al 50 por ciento. Especialmente preocupante resulta la prueba de fondo en carretera prevista para el domingo, con un recorrido de 257 kilómetros, lo que equivale a unas seis horas sobre la bicicleta. Las alarmas médicas son tan sonoras que los organizadores ya han previsto dejar la prueba grande en 150 kilómetros. Voces tan autorizadas como la de Eusebio Unzué, director del Movistar, han pedido aplicar el recorte con carácter preventivo porque, en caso contrario "en vez de un Campeonato del Mundo de ciclismo veríamos uno de supervivencia en bicicleta. Sólo resistiría un 30 por ciento del pelotón". Y, mientras, el Mundial de fútbol 2022 se acerca sin remedio.