Como futbolísticamente el Clásico no dio para mucho, quizá merezca la pena reparar en un detalle que podría servir de ejemplo para el futuro. En frío, sin la presión de 90.000 personas, Dani Carvajal supo reconocer el error que había cometido en caliente, al dedicar una peineta al público mientras celebraba el gol del empate in-extremis. La historia de los Barça-Madrid, y viceversa, ha dado para muchos gestos inconvenientes de los protagonistas de uno y otro equipo, sobre todo cuando jugaban en corral ajeno. Los cortes de manga de Schuster y Giovanni, o las manos a sus partes de Hugo Sánchez pudieron desencadenar una respuesta masiva de incalculables consecuencias. También sobraron la mano en los labios de Raúl o la exhibición de camiseta extensible de Luis Enrique en el Bernabéu. Es humano equivocarse, y más con las pulsaciones desbocadas, pero siempre hay tiempo para demostrar que la calidad futbolística puede ir acompañada por un mínimo de deportividad. Es la mejor manera de no dar excusas a los que confunden un campo de fútbol con un campo de batalla.
