El primer Grand Slam del año ha traído buenas noticias para el tenis asturiano. Pablo Carreño sigue con su proceso de maduración, que aventura unos años de prosperidad para el gijonés. Los tres partidos que jugó en Australia, incluso el que acabó perdiendo, vislumbran un tenista cada vez más fiable, que ha incorporado una mentalidad fuerte a unas condiciones técnicas y físicas apreciables. A Carreño no le conviene cargar con la responsabilidad de liderar a la nueva generación del tenis español, entre otras cosas porque la anterior es inimitable. Pero si sigue así, el gijonés lo tiene todo para completar una carrera profesional estimable y, por supuesto, para convertirse en un buen ejemplo para los jóvenes asturianos, en todos los sentidos. A sus 25 años, Pablo Carreño está en la rampa de despegue hacia la élite del tenis mundial.
