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Partidos Con Historia

El Madrid domina Europa

Los blancos remontan al Stade Reims en el Parque de los Príncipes de París para ganar 4-3 la espectacular final de la primera edición de la máxima competición continental por clubes, disputada en 1956

Di Stéfano logra el primer gol del conjunto blanco

Habían pasado diez años desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Había que empezar a pensar en otras cosas más que en la pura reconstrucción física de una Europa hecha polvo después del más cruento conflicto entre naciones de la historia, o ayudar a ella proporcionando otro punto de interés a un deporte que ya de aquella era el más popular y que servía también para olvidar al menos durante un tiempo la crudeza en muchos casos de una vida cotidiana marcada por numerosísimas carencias materiales.

Al igual que surgían, o estaban a punto de hacerlo, organismos supranacionales, como la CECA, precursora de la hoy Unión Europea, o el Festival de Eurovisión, hombres del fútbol también pensaron que llegaba la hora de superar barreras y fronteras. Ya no bastaría saber quien era el mejor en casa sino también el mejor del continente a través de un torneo en el que participasen los respectivos campeones.

Un periodista, Gabriel Hanot, director del diario deportivo francés L'Equipe, tuvo la primera idea. La chispa le vino como reacción al chauvinismo inglés, cuyos medios de comunicación declaraban al Wolverhampton Wanderers, que acababa de proclamarse campeón de Liga, como mejor equipo de Europa tras derrotar al Honved y al Spartak Moscú en sendos partidos amistosos en 1954. Hanot concluyó que la ocasión la pintaban calva para organizar una competición que resultase mucho más objetiva que lo que pudiese concluirse de un resultado aislado.

Con la UEFA sobre todo a la expectativa, porque este organismo estaba más centrado en la preparación de un campeonato europeo de selecciones, cuya primera edición no se disputó hasta 1960, y la indiferencia cuando no hostilidad de muchas federaciones nacionales, entre ellas la inglesa y la soviética, Hanot contó con la estrecha colaboración del Madrid para que su idea fuese tomando cuerpo. El presidente del Madrid, Santiago Bernabeu, tenía grandes planes para su club y vio la puesta en marcha de la competición europea como una indiscutible forma de crecimiento de un equipo al que acababa de llegar Alfredo Di Stefano, aunque por entonces nadie pudiese imaginar que el argentino, por mucha calidad que tuviese ya de aquella, resultaría tan crucial para la historia de la entidad madrileña.

Y eso que su contribución al éxito fue palpable desde el primer momento, pues fue llegar él y el Madrid proclamarse campeón de Liga, en 1954, lo que no hacía nada menos que ¡desde 1933! Los blancos volvieron a ganar el campeonato doméstico en 1955 y eso les llevó a representar a España en la primera edición del torneo, en la que participaron otros 15 equipos, por lo que se empezó directamente con los octavos de final.

El Madrid fue superando sucesivamente al Servette suizo, al Partizan yugoslavo, pasando un gran susto pues después de ganar por 4-0 el partido de ida perdió por 3-0 en Belgrado, y al Milán, que también puso en muchos apuros a los blancos, antes de plantarse en la final, el 13 de junio de 1956, ante el Stade Reims francés, el cual por su parte había eliminado al Aarhus danés, al Voros Lobogo húngaro y al Hibernian escocés.

Hanot estaba ante la final soñada. El campeón de su país y el club que más le había apoyado para dar cuerpo a la máxima competición continental por clubes. No hubo mucha discusión sobre el hecho de que el título debía jugarse en suelo francés, para eso galos habían sido claves en un torneo que tampoco en aquellos tiempos podía pensar nadie que se convertiría en un fenómeno tan impresionante como lo es ahora quien tomó el relevo, la Liga de Campeones, con nueva denominación y nuevo formato, incluida la participación de más equipos por país que el campeón, desde 1992.

Francia estaba todavía muy verde futbolísticamente, en cuanto a éxitos, pero el Stade Reims era de lo mejorcito que había en Europa, y con jugadores de talla internacional, entre ellos Kopa, que sería de inmediato fichado por el Madrid porque Bernabeu era de los que aplicaba al dedillo que una forma de reforzarse era debilitar al rival fichando a sus mejores jugadores.

Total que el Stade Reims partía con cierto favoritismo en el pronóstico, aunque el Madrid aparte de disponer también de fantásticos jugadores, venia de batirse el cobre a fondo con rivales del más alto nivel, como el Barcelona, el Atlético de Madrid, el Athletic de Bilbao, el Valencia o el Sevilla, todos ellos campeones de Liga durante los años de la gran sequía de títulos ligueros blancos.

Y los comienzos del partido no hicieron mas que avalar que el conjunto galo era un rival de cuidado. Casi sin tiempo a tomarle el pulso al encuentro, los franceses, bien liderados por Kopa, ganaban por 2-0 a los diez minutos. Pero aquel Real Madrid ya no era de bajar los brazos ante la adversidad, y al toque de corneta de Alfredo Di Stéfano empezó la remontada, primero marcando el propio argentino y después Rial, un finísimo interior, nacido en Argentina de padres españoles. Todavía volvieron a adelantarse los franceses, pero los madridistas supieron darle la vuelta al marcador por completo, para ganar la primera edición de la Copa de Europa que no había podido empezar mejor, con una final electrizante. Miguel Muñoz, el que después sería legendario entrenador de los blancos, sería el encargado de recoger el trofeo, como capitán.

El Madrid por su parte marcaba desde el principio que aquella competición era especial para él. Había estado en su organización y había ganado la primera. Lo que nadie podía imaginar tampoco en aquel momento es que vendrían otras cuatro seguidas (en la de 1959 repitiendo incluso triunfo sobre el Stade Reims) y que con el paso del tiempo mantendría en el palmarés una ventaja notable sobre sus más inmediatos perseguidores, en lo que se revela como un idilio que no parece tener fin.

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