El Suárez Puerta lució ayer una cara muy diferente a la habitual, con la mejor entrada de lo que va de temporada. Unos 1.600 aficionados siguieron desde la grada de Juan Ochoa, la única abierta, el choque entre el líder, el Langreo, y el Real Avilés, segundo clasificado. Los seguidores de ambos club eran conscientes de que en el campo avilesino se jugaban más que tres puntos (al final se repartieron dos) y desde el pitido inicial empujaron con cánticos a los suyos. "El ambiente fue espectacular, ojalá tuviéramos, no solo en este partido, sino en toda la Tercera División, este ambiente cada semana. Hemos disfrutado muchísimo y la gente de la grada creo que también, sobre todo nuestra afición en la primera parte. Hemos sentido su apoyo y nos ha generado mucha ilusión para lo que queda de temporada, para terminar muy bien el año", señaló el técnico del Real Avilés, Pablo Lago, tras el encuentro.

Los entrenadores de ambos equipos coincidieron en que lo que se vivió en el campo es un partido de Segunda B. "El partido fue como lo esperábamos, un partido de Segunda B, un partido de play-off de ascenso, donde había que estar muy concentrados, no cometer errores atrás y aprovechar las pocas ocasiones que se podían crear", comentó el entrenador del Langreo, Hernán Pérez. Y la afición respondió como si así fuera. La rivalidad histórica entre ambos clubes ya hacía el partido atractivo de por sí, pero las circunstancias actuales de ambos equipos imprimieron al choque un carácter decisivo. Todos los aficionados, tanto los locales como el nutrido grupo llegado de la cuenca, echaron de menos algún gol que lo hiciera todavía más importante, pero la sensación general tras el partido era la de estar contentos con el trabajo de los suyos.

Los cántico, generalmente dirigidos a arengar a los jugadores durante el choque de ayer, se cruzaron en ocasiones entre las aficiones, pero el nutrido número de policías nacionales que vigiló el partido, declarado de alto riesgo por el histórico de enfrentamientos entre ambas hinchadas, no tuvo apenas trabajo. El bloque de la afición azulgrana llegó en un autobús diez minutos antes del inicio del encuentro y entró en el campo custodiado por varios agentes.

De la misma forma, los aficionados langreanos, que estuvieron separados en la grada en todo momento durante el encuentro, abandonaron el Suárez Puerta tras los 90 minutos, aunque fue en la salida cuando se produjeron los momentos de más tensión, con provocaciones entre los seguidores, pero sin que el enfrentamiento fuera a más.