Es conocida la ausencia generalizada de compromiso de los deportistas profesionales con cualquier causa de la que no puedan sacar algún beneficio. Su desapego hacia la sociedad es especialmente doloroso en los futbolistas, quizá por la repercusión que una toma de partido pueda suponer en sus cuentas corrientes. Mientras que otras estrellas multimillonarias, como las de la NBA, son capaces de plantar cara a Donald Trump, el futbolista medio dice entender sólo de lo suyo. Uno de los últimos ejemplos es James Rodríguez, incapaz de mostrar su apoyo al proceso de paz en Colombia pese a ser expresamente requerido. Por eso el vídeo protagonizado esta semana por Saúl Craviotto contra la violencia de género es un hito en el deporte español. Aunque se nota que fue un calentón, a la vista de la terrible estadística de muertes, Saúl estuvo impecable. Como deportista con proyección social y como policía. Porque en vez de proponer soluciones populistas mostró su compromiso para hacer cumplir la ley. Por eso el jueves el campeón olímpico se colgó al cuello su medalla de oro más valiosa.
