Se crió en la magnífica cantera de la Real Sociedad. Se endureció en Ipurúa, cuando el Eibar todavía era un equipo de patadón y tente tieso. Volvió a Anoeta como trampolín para el salto hacia Liverpool y esa Premier League tremendamente competitiva. Con todo ese bagaje ofreció al Madrid sus años de plenitud. Y, como hombre con inquietudes que es, ha cerrado el círculo en un club bandera y en una Liga admirable por muchas cosas. En medio de todo eso concedió a la mejor selección española de la historia ese punto de contundencia que les faltaba a los peloteros del Barça. Por eso y por muchas cosas más, ahora que anuncia que se va, todo el reconocimiento para uno de los grandes de la historia del fútbol español.