Cheikh Saad, jugador del Eldense, aseguró que la derrota sufrida el sábado ante el Barcelona B por 12-0 estuvo amañada por cuatro jugadores, que en connivencia al menos con el entrenador, amañaron el partido por una cuestión de apuestas. El partido, del Grupo III de Segunda B, enfrentaba al líder con el equipo alicantino, colista del grupo, que ya ha descendido de categoría.

"Cuando acabó el partido, subí al autobús y dos hombres me dicen 'Cheick ven, ¿estás cabreado no?' y yo les dije 'pues claro, después de que te marquen doce...'. Y me dijeron 'Pues que sepas que estos jugadores han vendido el partido' y bajé al vestuario y armé la marimorena'", señaló el jugador mauritano al programa El Mon de RAC1.

"Sé quiénes son, pero no lo puedo decir aún", apuntó el futbolista, quien añadió: "Cuando me dejen decir los nombres lo diré. Lo que no voy a hacer es ir de campo en campo dejándome la piel y que la gente se ría de mí y encima que ganen dinero". Saad dijo que había recibido amenazas y que al entrar de nuevo al vestuario a recriminar a sus compañeros tras sus sospechas, "casi hubo agresiones".

El jugador añadió que "en su opinión" también su técnico debía estar al tanto. "El entrenador sabe algo seguro porque si no, no habría puesto a los jugadores que saben que lo van a hacer", señaló. "Estaba en el banquillo y vi cosas extrañas. La primera es que yo y otro que íbamos a ser titulares, no lo fuimos. Media hora antes de empezar éramos titulares y a ultima hora nos dijeron que no", desveló.

"A uno de los jugadores le dijeron, 'este partido está vendido, ¿tú quieres jugar?' Y dijo que no. A mí no me preguntaron directamente porque habrían tenido el problema antes de empezar", continuó. "Cuando vamos 5-0, el entrenador me dice, 'calienta tres minutos y entra' y yo le digo, 'no entro ahí ni loco'. Me dijo 'tienes que entrar' y yo le dije que no entraba porque estaba pasando algo raro", apuntó

"No puede ser que en menos de quince minutos te hagan cinco goles, es imposible por mucho que sean los del Barça B y sean muy buenos. Me quedé en el banquillo y les dije a mis compañeros que nadie entraba, que se lo comieran los que estaban dentro. No sé cuántos, pero sabían lo que estaban haciendo".