El gijonés Pablo Carreño, que alcanzó hoy por primera vez los octavos de final de Roland Garros al derrotar al búlgaro Grigor Dimitrov, explicó que se encuentra cómodo en la tierra batida y abogó por aprovechar esa sensación para batir a su próximo rival, el canadiense Milos Raonic, quinto favorito.

"Me encuentro cómodo al jugar en esta superficie (tierra batida) y esa confianza hay que sacarla contra Milos", contó Carreño, que ganó hace un mes su primer torneo ATP en arena, el de Estoril. El tenista asturiano intentará contrarrestar lo "máximo que pueda" el servicio de Raonic, uno de los más temibles del circuito, aunque ya asume que será "muy difícil".

Otro factor que deberá nivelar Carreño será el físico, ya que el tenista canadiense de origen montenegrino casi no se desgastó en su encuentro de hoy, debido a que el español Guillermo García López abandonó el partido en el comienzo del segundo set por una lesión. "No puede ser una ronda imposible. A esta altura del torneo los partidos son difíciles para mí y para mis rivales, aunque supongo que Milos estará más descansado, porque casi no ha tenido partido", constató.

El español nunca ha ganado un set al cañonero canadiense, contra quien ha jugado en tres ocasiones, todas ellas en 2016, dos en pista dura, Pekín y París-Bercy, y una en la hierba de Wimbledon. Carreño, que venció a Dimitrov, número 13 del mundo, por 7-5, 6-3 y 6-4, también relató cómo se gestó su remontada en la primera manga, en la que llegó a estar 4-0 abajo. "Empecé un poquito nervioso contra estos jugadores cualquier error se paga (...) Después con 4-0 abajo intenté ser agresivo, jugar con más riesgo de lo que toca, para intentar soltarme, pero a medida que iba ganando ahí empecé a coger confianza y se ganó ese primer set", analizó el gijonés, de 25 años y número 21 del mundo.