La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fútbol | Partidos con historia | Madrid, 18 de junio de 1981

Quini acribilla al Sporting

El delantero del Barça, clave con sus dos goles en la derrota de su antiguo equipo en la primera final de Copa jugada por los rojiblancos

Equipo inicial del Sporting en la final de la Copa del Rey frente al Barcelona el 18 de junio de 1981. Por la izquierda, de pie, Redondo, Rivero, Maceda, Joaquín, Jiménez y Ciriaco; agachados, Abel, Mesa, Cundi, Uría y Ferrero. LNE

No hay peor cuña que la de la misma madera, se dice. El Sporting tuvo oportunidad de comprobarlo en sus propias carnes el día que jugó su primera final de Copa, el 18 de junio de 1981, en el Vicente Calderón. Quini, el jugador más relevante de su historia, apuntilló como integrante del Barcelona a los rojiblancos. Sus dos goles, el segundo protestado por los gijoneses, al entender que hubo fuera de juego, fueron claves para sentenciar el partido. Un profesional como la copa de un pino, Quini no entendía de más colores que los que en aquel momento defendía y en aquel decisivo partido hizo lo de siempre, marcar goles por un tubo, sin importarle quién estuviera enfrente, ni aunque fuese el equipo más especial de su vida, como era el caso con el Sporting.

El equipo gijonés llevaba rondando la clasificación para la final de la Copa como una consecuencia más de su línea ascendente desde que Vicente Miera había subido al equipo a Primera en 1977 y acabó consiguiéndolo, sólo que en sus filas ya no estaba uno de los más grandes goleadores españoles de todos los tiempos, Quini, traspasado al Barcelona en el verano de 1980 y que inauguraba su palmarés nacional con este título. El sensacional rematador asturiano había sido secuestrado el 1 de marzo y, tras estar en poder de sus captores, que pretendían una importante cantidad económica para liberarlo, durante 25 días, llegó a tiempo para cerrar la temporada en triunfo, después de que hubiese conseguido también el trofeo de máximo goleador de Primera, con 20 tantos en 30 partidos, aunque el Barcelona acusó de tal forma la movida que perdió aquel mes totalmente sus opciones de luchar por el título de Liga, que se llevaría por primera vez la Real Sociedad, justo al empatar en el último momento en El Molinón (2-2) con un gol de Zamora.

Quini se fue del Sporting dejándolo tercero y semifinalista de Copa, en una temporada en la que el entrenador había sido José Manuel Novoa, el cual reemplazó a Miera tras un desacuerdo entre éste y el club a la hora de negociar la renovación. En la Liga sólo quedaron por delante el Madrid y la Real Sociedad. En la Copa el Sporting pecó de exceso de confianza ante el Castilla, el filial del Madrid, y después de ganarlo por 2-0 en El Molinón, cayó en el Bernabeu por 4-1, tras un comienzo arrollador de los blancos, a los que lideraba el centrocampista Gallego, posteriormente triunfador en el primer equipo. Después, en el partido por el título, el Madrid, que había eliminado al Atlético de Madrid, goleó a su equipo nodriza (6-1).

Los rojiblancos también fueron semifinalistas en 1978, cuando quedaron quintos en la Liga y se clasificaron por primera vez para la Copa de la UEFA, pero en aquella ocasión fue Las Palmas quien les impidió acceder al último partido; los canarios perdieron después con el Barcelona (3-1). A la tercera en esa época fue la vencida para los gijoneses. El Sporting, exento de la primera ronda, al jugar competición europea, de nuevo la Copa de la UEFA, en cuya primera ronda cayó eliminado ante el Bohemians de Praga, fue deshaciéndose sucesivamente del Turón, la Ponferradina, el Levante, el Madrid y el Sevilla para estar de nuevo en condiciones de luchar por un título. En la Liga de 1979 quedó segundo, únicamente por detrás del Madrid, y ahora le tocaba medirse al otro gigante del fútbol español.

De especial mérito resultó la ronda de cuartos de final, en la que el Sporting se cargó al Madrid, después de empatar a uno en El Molinón. Todo parecía perdido pues para los rojiblancos, pero Abel, en el partido más inspirado de su vida, marcó los tres goles del Sporting en el Bernabeu que supusieron la clasificación, después de que los locales no hiciesen mas que dos, marcados por García Navajas y Stielike.

El Barcelona afrontaba la final copera como medio de salvar la temporada después de un nuevo fracaso liguero, aunque en su descargo vayan las negativas consecuencias anímicas y deportivas desencadenadas por el secuestro de Quini. Helenio Herrera era su entrenador. Había sustituido a Ladislao Kubala, que después de su paso por la selección española, no había sido capaz de sacar rendimiento de una plantilla en la que además de Quini brillaban sobre todo los extranjeros Schuster, en pleno apogeo de su carrera aún con sólo veinte años, y Simonsen, el habilidoso delantero danés.

En el Sporting el entrenador volvía a ser Miera, y como era marca de la casa el cántabro planteó el partido de tú a tú al Barcelona, que se las vio y deseó para hacerse con el título. El Sporting no paró de ponerle en apuros y de no haber sido justo por Quini parece que el partido no se le hubiese escapado. Maceda fue el autor del único gol rojiblanco, al poco de comenzar la segunda parte, que igualaba el marcado por Quini al borde de llegar al descanso, pero el delantero asturiano volvió a tirar de acierto goleador, aunque en posición reclamada como ilegal por los sportinguistas, para poner por delante a su equipo, que entonces lo tuvo más fácil para decidir a su favor, al lanzarse todavía más los de Miera al ataque y encontrarse con los azulgranas con mucho espacio para desarrollar sus contraataques. Al final, Esteban estableció el definitivo 3-1.

Era la vigesimoquinta final de Copa que jugaba el Barcelona, que alcanzaba su decimonoveno título. Números estratosféricos comparados con los del Sporting, aunque en el campo no se había notado tanta diferencia. Y que no era cuestión de suerte habla bien a las claras que el Sporting repitió hazaña al año siguiente. De nuevo finalista de Copa y de nuevo ante un súper grande, en esta ocasión el Madrid. Fue el partido jugado en el Nuevo Zorrilla de Valladolid, marcado no sólo para los intereses rojiblancos por un nuevo resultado negativo (2-1 en este caso, con Novoa como técnico, que había sustituido a Miera en el tramo final de Liga) sino por el intenso frío que se vivió aquella noche de abril de 1982 en el campo pucelano, conocido desde entonces y durante mucho tiempo como "el de la pulmonía".

Compartir el artículo

stats