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Fútbol es fútbol

Copérnico y la nada

Sobre la importancia del fútbol y la necesidad de entender que no es el centro de nada

Desde Copérnico sabemos que la Tierra no sólo no es el centro del universo sino que ni siquiera es el centro del sistema solar y, encima, el Sol es una estrella no especialmente grande que se mueve en los márgenes de una galaxia que es una más entre los cuatrocientos mil millones de galaxias del universo observable. El lugar y el tiempo que usted y yo ocupamos en el universo no tienen nada de especial. Qué gran lección para el fútbol. Si algunos lugares de nuestro planeta necesitan una buena revolución francesa (sin guillotina, eso sí), el fútbol necesita una buena revolución copernicana para entender que no es el centro de nada, y que es un espectáculo más entre los cuatrocientos mil millones de espectáculos del universo observable. Que ni los telediarios ni la omnipresencia de Cristiano Ronaldo nos engañen. El fútbol es muy entretenido y a muchos nos alegra la vida, pero el fútbol es a la vida lo que la Tierra es al universo.

Sin Copérnico, corremos el riesgo de pensar que todo lo que rodea a los futbolistas es importante y está cargado de sentido. ¿Una foto de Neymar con Messi y Luis Suárez? Una legión de especialistas y futbólogos organizan inmediatamente un seminario para determinar qué hay detrás de esas sonrisas, gestos y miradas. ¿Ronaldo guiña un ojo en Instagram? Hay que organizar un congreso de expertos que analicen el documento porque todo lo que haga o deje de hacer el ojo de Ronaldo es importantísimo. ¿Griezmann cambia de peinado, de corte o de color de pelo? El universo gira alrededor de esta cuestión como el universo precopernicano giraba alrededor de la Tierra. Pronto llegará el partido Sporting-Oviedo, y el universo se detendrá como los personajes de "Juego de tronos" se paran en seco cuando aparecen los dragones conducidos por Daenerys Targaryen. Qué pereza. Claro que nos gusta el fútbol. Por supuesto. Claro que nos gusta ver a Nolito moverse en el área como un buen profesor se mueve en el aula mientras explica la lección del día. Por supuesto. Claro que nos gusta ver a Iñaki Williams encarar a los defensas rivales con el descaro con el que el coronel Kylgore de "Apocalypse Now" insistía en hace surf bajo las bombas en Vietnam. Por supuesto. Claro que nos gusta el ambiente de los estadios ingleses, y de los estadios griegos, y de los estadios africanos, y la posibilidad de recorrer el mundo de estadio en estadio como aquella ardilla que, según decían, podía recorrer España desde Gibraltar (con perdón) a los Pirineos de rama en rama sin necesidad de pisar el suelo. Por supuesto. Claro que nos gusta desengrasar de tantas noticias deprimentes, estúpidas y desmoralizantes con un poco de fútbol, como los viejos cinéfilos podían recuperarse de una tarde de viernes en el cine-club en manos de las películas de Ingmar Bergman dedicando la tarde del sábado a Errol Flynn disfrazado de Robin Hood. Por supuesto. Claro, claro, claro. Pero, con Copérnico, todo tiene otro sentido y otra medida. Con Copérnico, los gestos de Messi, los ojos de Ronaldo, el pelo de Griezmann o los partidos de rivalidad provinciana son otra cosa.

El cosmólogo Lawrence M. Krauss recuerda que, a veces, el físico Richard Feynman se acercaba a alguien para decirle: "¡No te creerás lo que me ha pasado hoy!"; y cuando la persona se interesaba por lo sucedido, Feynman respondía: "¡Absolutamente nada!". Y es que, como dice Krauss, la mayor parte del tiempo, a lo largo del día no ocurre nada de importancia, y malinterpretamos la naturaleza de la probabilidad cuando ocurre algo inusual. El fútbol necesita un poco de Copérnico y un poco de Feynman para que pongamos en su sitio los gestos de Messi y los contenidos del tiempo dedicado al fútbol en los telediarios. Si no, seguiremos pensando que Messi y compañía son el centro del universo y los culebrones futbolísticos son algo más que absolutamente nada.

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