Lo malo que tienen las afirmaciones que hablan del futuro es que a veces se convierten en profecías y te las comes con patatas. El oviedismo se comió con casi 15 años de barro aquel tifo que rezaba: "Del infierno al cielo solo hay un paso. Nosotros lo daremos. Aldeanos moriréis en el infierno". El mensaje tenía razón, pero a la inversa. Y ahora, al Sporting le toca su turno con aquellas camisetas que hablaban del "último derbi de la historia", que también tenía razón, pero por motivos diferentes a los originales.

Porque aquel fue el último derbi de una historia. En concreto de la que va desde 1926 a 2003. En aquella temporada, que parecía el abismo, el Real Oviedo comenzó a tejer lo que hoy es: un club totalmente distinto a lo que fue. Pocas cosas unen más que la miseria y la injusticia, y el oviedismo sabe bastante de ambas. De la noche a la mañana, nos vimos solos, abandonados por el Ayuntamiento de la ciudad, ninguneados por el gobierno regional, convertidos en un club regional por gran parte de los medios de comunicación y con nuestra cantera expoliada por el eterno rival.

Solos, tuvimos que luchar, en primer lugar, por la supervivencia del club. Y lo hicimos. Sin ayudas, con nuestras manos. Partíamos prácticamente de cero, pero supimos olvidar las diferencias para tirar del carro. De aquella época hay una foto que bien podría estar en el museo del club: la de un partido en el campo de El Berrón, en el que se ve de espaldas a nuestro portero, rodeado de barro. Porque era un campo de arena. Y llovía. Llovía mucho. Pero jugar en arena, lejos de ser humillante, fue reconfortante, porque nos ayudó a convertirnos en lo que hoy somos. Por eso cuando nos recibieron en El Molinón con aquel "paletos, enhorabuena, hoy no jugáis en arena" tampoco nos pareció tan mal, porque el barro era ya parte de nuestro ADN.

Después vino otra pelea que parecía menor, pero que no lo era, y que convirtió al oviedismo en un referente a nivel mundial. Es una de las pocas aficiones que ha logrado sacar a un máximo accionista del palco. Y combinar el apoyo al equipo con la lucha contra su dueño es realmente difícil (que se lo cuenten al Manchester United). La afición luchó por un modelo distinto de club, y en noviembre de 2012 tuvo la recompensa.

Aquella ampliación de capital fue la recolecta de todo lo sembrado durante los 9 años anteriores. Sin aquella pasión, aquella entrega y aquella rabia contenida, no hubiera sido posible el final de cuento de hadas que vivimos. Durante esos días se podía oler la ilusión en las calles de Oviedo. No había partido, pero la ciudad olía a fútbol permanentemente.

En estos 15 años, el Real Oviedo no solo no ha desaparecido, sino que ha vuelto con más fuerza que nunca. Éramos un equipo asturiano, que miraba principalmente para la calle Uría, y hoy somos un club global, con 29.948 accionistas de 140 países y peñas por el mundo. Los principales medios internacionales han recogido nuestra singular historia, y tenemos de máximo accionista al empresario más exitoso del mundo (¿qué pensarán los que hicieron la pancarta aquella de "Mendigos"). Nuestra masa social de base se ha incrementado y, lo más importante, se ha rejuvenecido. Hubo un tiempo en el que los niños con camisetas del Oviedo estaban en peligro de extinción. Hoy se ven más que nunca. ¿Alguien es consciente del mérito que eso tiene? Porque son niños que nos han conocido en la mierda, y a los que teníamos que enseñar, a través de Youtube, que ganábamos en el Bernabéu y en el Camp Nou.

En estos 15 años los aficionados azules se dieron cuenta de la grandeza estaba en el escudo, jugara en la categoría que jugara. Porque tuvimos que luchar contra tantas cosas que pasamos de ser un club de fútbol a un movimiento social. Porque sufrimos tantas cosas -desde desgracias personales a goleadas del filial del eterno rival, pasando por manadas de jabalíes destrozando El Requexón o al Lobo Carrasco como entrenador- que ya estamos en otra guerra.

Por eso a algunos no nos importan lo más mínimo los insultos o las faltas de respeto de los que nos querían mal. Porque bastante duro tiene que ser para ellos vernos volver con la fuerza con la que lo hemos hecho. Los que nos desearon la muerte -que no fueron todos, ni mucho menos- han pasado 15 años de soponcio en soponcio, pensando "de ésta va", pero no, no íbamos a ningún lado más que hacia arriba.

Uno es tan oviedista que no le desea a su eterno rival que pase por lo que nosotros pasamos para evitar que tengan la oportunidad de reinventarse y salir reforzados. A nosotros estos quince años nos vinieron muy bien. Fuimos muy felices, aprendimos un montón y descubrimos con quién podíamos contar y con quién no. No somos ni la mejor afición ni la más numerosa, pero somos diferentes, que ya es bastante en estos tiempos que corren. Y nos dimos cuenta de una cosa que sabíamos pero no sabíamos: que el Real Oviedo, para nosotros, es el mejor equipo del mundo.

Quince años después, vuelve el derbi regional. En este tiempo hubo muchas bromas (algunas mejores que otras, como en todos los sitios), desplantes, decepciones, ninguneos y batallas que jamás hubiéramos imaginado antes de caer a Tercera. Ninguna pudo con nosotros. En estos quince años el oviedismo perdió muchas veces. Pero a cambio, lo ganó todo.

P. D: Sólo hay una cosa que me gusta menos que los derbis. Perderlos.