Un día después de los fastos oficiales del día de Asturias, la celebración se traslada a la alfombra verde de El Molinón, donde Sporting y Oviedo se van a reencontrar tras catorce años de espera. El campo más antiguo del fútbol español se convierte en el escenario del partido más esperado en la región. En contra de lo que dice el tango, catorce años es demasiado sin un partido de rivalidad asturiana, un duelo histórico que eleva al fútbol regional a un asunto de estado. Toda España mira al derbi del Principado, que supera en interés a muchos partidos de la máxima categoría. Es un encuentro de rivalidad máxima, pero también de vecindad y que trasciende los límites del deporte para convertirse en un asunto capital en el Principado de Asturias.

Aunque la Copa del Rey quiso usarse como coartada por ambos bandos para desviar el foco de atención hacia asuntos menores, sus aficiones nunca han perdido de vista la cita con el eterno rival, del que vigilan cada movimiento. Con todo el papel agotado en pocas horas, la expectación es máxima y el único lunar es la coincidencia con la etapa reina de la vuelta ciclista a España, que hará cima en el Angliru pocos minutos antes de que la pelota se ponga en juego. Es la gran semana de Asturias y el derbi será el restallón final.

En una categoría de plata cargada de históricos, Sporting y Oviedo se miran a los ojos en una pelea de gallitos. Son favoritos y lo saben. Entran en todas las listas de candidatos a conseguir el ascenso, en eso no hay discusión. El derbi llega pronto, en la cuarta jornada del campeonato liguero, y eso resta dramatismo a un enfrentamiento que no condicionará el camino de ninguno. El caído tendrá tiempo de incorporarse y de pelear por el gran objetivo. Tampoco en la segunda vuelta será trascendente.

Hay una generación entera de guajes de esta región que vivirán su primer derbi. El fútbol les debe una experiencia única, que seguramente nunca olvidarán. ¿Quién no recuerda su primer derbi? El resto, los nostálgicos de épocas mejores para los dos equipos, rejuvenecerán su rivalidad de siempre, que tiene que ser tan sana como duradera.

A horas del pitido inicial, todo está preparado. Los equipos velan armas, el estadio ya se ha engalanado con un espectacular tifo con 25.000 banderines y los aficionados afinan sus gargantas para arropar a su equipo. El Sporting y el Oviedo cruzan sus trayectorias. Los rojiblancos han pasado en Primera División seis de las últimas ocho temporadas. Los azules han ganado la pelea por la supervivencia, han dejado atrás una enfermedad que parecía terminal y llegan en plena crecida, asentados en la categoría, saldadas sus deudas económicas con el apoyo de Slim y con el objetivo de completar su remontada.

Hay también rasgos en común. Son, de entrada, dos proyectos en construcción tras el doble fracaso de la campaña anterior. El Sporting de los dieciséis fichajes dilapidó, de la mano de Nico Rodríguez, la sobresaliente herencia de aquel equipo de los guajes y completó un doloroso descenso en una temporada que puso la permanencia tan barata como no se recuerda. Al Oviedo se le escurrió entre los dedos el sueño de las eliminatorias por el ascenso, que había merecido durante toda la temporada, pero que fue incapaz de rematar en el tramo final.

El pasado, no obstante, ya no importa. Sporting y Oviedo comparten el sueño de un futuro mejor, que incluya nuevos capítulos de una rivalidad legendaria enmarcados de nuevo en la máxima categoría del fútbol español.