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El hijo de Esther

La sonrisa del jugón

Prometí hace unas semanas que un día hablaría sobre Karim Benzema y hoy lo voy a cumplir. Por más que me desespere en algunos momentos con su indolencia no me queda más remedio que reconocer su calidad, talento, sapiencia futbolística y la buena forma de empastar en el campo que tiene con Cristiano Ronaldo.

Karim es de esa estirpe de jugadores que la tocan, la acarician, la desplazan y le dan vueltas que cuando tienen que ir al choque o las defensas se ponen rudas pierde enteros de manera progresiva pero cuando coge la onda los suma de forma exponencial.

Benzema tiene la sonrisa del jugón, como diría el añorado Andrés Montes, y cuando le sale desarma defensas y planea sobre el área con una sensación incorpórea que da gusto verle. Ahora bien, cuando no le sale la sonrisa parece más un horco atribulado por la desaparición del anillo maestro.

Karim jugó el sábado un buen partido en Getafe después de más un mes lesionado. Se le notó etéreo y sonriente aunque la gasolina le durara bastantes menos minutos de los que estuvo en el campo.

Aunque todo esto sea una realidad, el Madrid el sábado sesteó después de marcar el 1-0. Lo pudo pagar caro porque el Getafe se vino arriba después de haber marcado en fuera de juego y haber hecho barra libre de faltas con el permiso arbitral (el Getafe hizo 23 faltas pero el Madrid se llevó las tarjetas) hasta que Zidane recurrió a Isco y entre el malagueño y Cristiano Ronaldo resolvieron una victoria balsámica. Isco siempre toma el mando, nunca se esconde y junto con el portugués lanzaron un fogonazo para apagar el partido.

Era el minuto 80 más o menos y el resto del choque se lo tomó el equipo a título de inventario salvo algún susto propiciado por ese mal tan madridista que se define en que cuando toca el balón para no ir hacia la portería terminan perdiéndolo con todo el mundo descolocado y dando al contrario una oportunidad clara de marcar. A los madridistas no nos sorprende pues esos sustos los hemos vivido desde que tenemos uso de razón.

Igual es que eso está integrado dentro de lo que los culés llaman el ADN futbolístico y que a mí me rechina por pelín racista y, sobre todo, por muy hortera.

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