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Exjugador del Unión Financiera Baloncesto Oviedo, actualmente en el Manresa

"El domingo se me va a hacer raro ser visitante en Pumarín"

"En Oviedo tuve una conexión muy fuerte con la afición, con el cuerpo técnico y con la directiva"

Álvaro Muñoz. MANRESA

Los clubes van construyendo su historia con los jugadores que van pasando por ellos. Las entidades jóvenes, como es el Oviedo Baloncesto, tienen a sus mitos, también jóvenes, con los que les toca reencontrarse. En el equipo asturiano uno de los más queridos es Álvaro Muñoz (Ávila, 1990), que visita Pumarín el domingo (18.30 horas) en las filas del ILC Manresa. Álvaro jugó en el Unión Financiera entre 2013 y 2015, en las dos primeras temporadas de los asturianos en la LEB Oro. En la primera de ellas se empezó a gestar el después tan famoso "efecto Pumarín". Un recién ascendido llegó a las semifinales por el ascenso a la ACB e irrumpió en la categoría con una fuerza descomunal.

- ¿Qué sentirá como visitante en Pumarín?

-Va a ser muy raro entrar el domingo en el vestuario de los visitantes en Pumarín. Los dos años que estuve allí me dejaron recuerdos muy buenos, estuve muy a gusto, es un lugar distinto, especial para mí. Intentaré que el componente emocional acabé con el inicio del partido y que se quede en lo que pase antes y después del encuentro.

- ¿Cómo de especiales fueron esos dos años?

-Tengo mucho cariño a esa etapa. Fue una sorpresa por todo, debutábamos en la LEB Oro y todo lo que consiguiéramos era bienvenido. Hice muchas amistades con mucha gente, tuve una conexión muy fuerte con la afición, con el cuerpo técnico y con la directiva. Tengo amistad con Víctor Pérez (capitán) y con Cristina Romero (jefa de prensa), con el presidente, con Héctor Galán (director general), con Munárriz (entrenador ayudante). Por nuestra forma de ser encajamos muy bien. Fueron dos años pero parece que fueron mucho más.

- ¿Se ha apostado algo con Víctor Pérez de cara al encuentro del domingo?

-No, pero igual se lo propongo. Después de entrenar tantas veces juntos va a ser bonito enfrentarnos. Aparte de mil cosas, Víctor es amigo mío para toda la vida. Le tengo mucho respeto. Es perenne, siempre está ahí, siempre tirando del carro, siendo un ejemplo para el resto de compañeros. Este año parece que Carles Marco le ha dado los galones y ahí se encuentra aún más cómodo. Aporta anotación, liderazgo, cuando yo estuve hizo dos años muy buenos y ahora está muy bien también.

- ¿Cómo le va en Manresa?

-Me va bien, pero creo que puedo dar un poquito más, es algo que va con mi carácter. Es distinto jugar en Manresa, aquí la exigencia es máxima todos los partidos. Es un club que ha ganado una liga ACB y para una parte de la afición la LEB Oro no tiene el mismo atractivo.

- ¿Se acuerda su ahora compañero Jordi Trias de cuando cayó derrotado con Andorra en Pumarín? Rompió un cristal en el vestuario del cabreo.

-Hablamos de eso y me dijo: 'Fue uno de los partidos que más cabreado acabé en mi vida'. Ganamos en la última acción, Fran Cárdenas les robó el balón, me la pasó, se la di a Juan García, falló el tiro, cogió su propio rebote y encestó.

- El Oviedo Baloncesto intentó que volviera esta temporada e incluso hubo una dura negociación en Menorca. Cuéntelo.

-(Ríe).Estuve en Menorca con Bassas (exjugador del Oviedo) y con Víctor Pérez, que me intentaron convencer por todos los medios de que volviera. Son amigos y valoro mucho su opinión. Fue una decisión que me costó tomar, pero pensé fríamente que la de Manresa era la mejor opción, dejando a un lado los sentimientos. Lo bueno es que la gente del Oviedo me entendió y que conservo su amistad.

- Usted jugó con los hermanos Macía, Agustín Prieto, Diego Sánchez, ¿Qué recuerda de esa etapa?

-Fue increíble. Para mí una de las claves del éxito fueron ellos. Ese grupo, esa gente, fue la que nos permitió hacer esa temporada (llegaron a las semifinales del play-off de ascenso a la ACB). La filosofía de Guillermo Arenas (entrenador entonces) y que esta gente era la primera para ponerse a trabajar. A Héctor Macía hay que conocerlo. Tengo el honor de poder decir que jugué con Héctor Macía. Merece una estatua a la entrada de Pumarín haciendo su mítico gancho, como la que tiene Michael Jordan.

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