Las declaraciones de Piqué y Busquets tras eliminar al Espanyol no dan para sanciones ni denuncias por xenofobia, pero sobraban. En el fútbol es tan importante saber ganar como saber perder. Y dos de los jugadores más importantes del Barcelona, criados además en la casa, deberían dar ejemplo. En el caso de Piqué no sirven de excusa ni siquiera los insultos que recibe cada vez que pasa por Cornellá. Sus palabras desprenden una prepotencia que casa muy mal con los valores que dice abanderar su club. Es lógico que el Espanyol celebre como un título una victoria sobre su poderoso rival ciudadano por tratarse de algo excepcional. En vez de molestia, debería ser motivo de orgullo para el barcelonismo, que goza de una situación privilegiada en la ciudad en casi todos los sentidos. Es una pena que los siete años de Mascherano, un tipo sensato y respetuoso con todo el mundo, no hayan calado en algunas taquillas de ese vestuario. Hasta su despedida fue un ejemplo para tantos futbolistas con el ego subido pese a tener un palmarés inferior al del "Jefecito".