La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Navia: pasado salmonero, presente eléctrico

El río, vedado desde 2013, llegó a dar 1.200 salmones al año y 101 en un día

Por la izquierda, José Ramón Acevedo, Vicente Méndez, Isidro Pérez, Alejandro Pérez y Juan Almeida, junto al pozo Santianes del Navia. G.G.

Cuentan en la zona baja de la cuenca del Navia que una noche, allá por los años cuarenta, se dio tan bien la pesca del salmón que un carro tirado por bueyes tuvo que dar dos viajes para llevarse todo lo que los pescadores habían echado a tierra: 101 salmones. En una sola noche. Eran los años cuarenta, estaban permitidas las redes, y los ribereños hicieron el mes, y casi el año, con aquella captura. Esta historia, ya una leyenda, es tan sólo una muestra de lo que llegó a ser el Navia, un río salmonero de primer nivel en España y un referente también en el continente europeo: se capturaban más de un millar de ejemplares por temporada. Eso era así antes de la construcción, en 1967, del salto de Arbón, la presa que dio la puntilla a un cauce ya herido de gravedad por los saltos de Grandas de Salime y Doiras. Ahora el río permanece vedado al salmón, apenas se dejan ver ejemplares en sus aguas, y los ribereños piden actuaciones para devolver la vida al río.

Son pocos los que recuerdan los viejos tiempos, en los que, con redes de algodón "que pesaban muchísimo" estando mojadas y que "rompían cada poco" se pescaban los salmones en el Navia. Juan Almeida, de Savariz, y Vicente Méndez, de Trelles, eran niños entonces. "En los cuarenta, las redes estaban autorizadas, pero no fueron ellas las que acabaron con el río. Después empezamos a pescar con caña", recuerda Méndez, que explica que aquellos rudimentarios instrumentos estaban fabricados con bambú "y tres anillas mal colocadas". "No pescábamos muchos salmones en comparación con lo que había", señala. La pesca del salmón se convirtió en toda la cuenca del Navia en una actividad común, en la que los niños se iniciaban bien pronto. Juan Almeida comenzó de la mano de su padre, que también bajaba al río a por truchas: "Desde que teníamos cuatro años íbamos al río, donde pasábamos los domingos enteros". Él capturó su primer salmón en 1954.

No obstante, la pesca del salmón era para los ribereños del Navia mucho más que una simple afición o un deporte. Más allá de servir de alimento básico para los vecinos, era principalmente una importante fuente de ingresos que complementaba los trabajos del campo o en las obras del salto que se estaba levantando en aquellas fechas. "¿Tú sabes la cantidad de gente que se ayudaba sacando algo del río en la miseria que había? Reos, truchas, salmones? Estaba abarrotado de pesca. Había compradores y se lo vendíamos a buen precio", rememora Méndez. Y pone un ejemplo: él capturó un campanu, y lo vendió por tres mil pesetas. "Mis padres no sabían qué hacer con tanto dinero", dice. De hecho, recibió tanto por aquel salmón como un mes trabajando doce horas en el salto de Arbón.

¿Cuándo se terminó aquello? Los ribereños lo tienen claro: la construcción y puesta en marcha de la presa de Arbón, en 1967, terminó con la trayectoria salmonera del Navia. Y los datos avalan su convicción. Antes de esa fecha, en el río Navia se llegaron a pescar hasta 1.200 salmones al año, una cifra que cayó luego en picado. Un año después fueron 400, y el descenso fue progresivo hasta que apenas quedaron capturas: no se sacaron salmones entre 1973 y 1976. Se impuso una veda en los años ochenta, pero tampoco se revirtió la tendencia: tras un pequeño estirón, hasta el medio centenar, en 1988, se volvió a bajar a cantidades prácticamente marginales, con una decena al año. Ahora, el río lleva nueve años vedado, y tan sólo se dejó pescar en 2012, con Foro Asturias en el gobierno del Principado. Aquel año, el Navia dio cinco salmones.

Los aficionados a la pesca del entorno tienen grabado a fuego el momento en el que el salto comenzó a embalsar y dejó "sin apenas agua" al Navia en aquellos primeros días. También recuerdan cómo aquel proceso causó la muerte directa de muchos ejemplares. "La vegetación que se quedó bajo el agua provocó una fermentación mortal para los salmones. Los que sobrevivieron iban ciegos, chocaban contra las orillas", inciden los pescadores locales. "No sólo murió lo que había ese año, sino que también se vio afectado lo que había desovado. Y los salmones se nos fueron al Esva y al Eo", lamenta Isidro Pérez, vecino de Armental y buen aficionado a la caña. Los pescadores también señalan la contaminación presente en la ría, que, dicen, limita las opciones de desarrollo de los salmónidos.

Desde aquel 1967, nada ha vuelto a ser igual a orillas del Navia, donde el salmón dejó tanta riqueza y ahora está prácticamente en el olvido. Los pocos pescadores de la zona se interesan por ellos, los siguen, los controlan, y esperan actuaciones para poder devolver la vida al cauce. Aunque se anunció un plan de recuperación salmonero, que planteaba la construcción de una estación de alevinaje y hasta proponía hacer un ascensor para salvar la altura del salto de Arbón, a catorce kilómetros del Cantábrico, todas las promesas se han quedado en papel mojado hasta la fecha. Aunque ha habido conversaciones del Principado con los ribereños, por el momento no se ha ejecutado nada.

Alejandro Pérez, experimentado pescador de Trelles, está, junto a Isidro Pérez, luchando por recuperar la especie en el Navia. "Lo tienen como un río inviable, pero nosotros creemos que tiene condiciones. No nos dejan repoblar, y siempre nos están dando largas sobre las opciones para hacer algo aquí. De momento, sólo tenemos promesas", lamenta. El plan para el Navia pasaba por colaborar con la sociedad de pescadores "Las Mestas del Narcea" para desovar los reproductores y soltar los alevines en los pozos más viables. Pero tampoco se puede", se queja Pérez. Por su parte, Isidro considera que vedar el Navia, como ocurre también con el vecino Porcía, "no sirve de nada". En su opinión, la solución pasa por controlar el furtivismo, "que está desmadrado", y repoblar los cauces.

La falta de salmones en el río provoca, a su vez, una caída en el número de pescadores en sus riberas. Cuando antes había "un pescador o dos en cada casa, desde Navia hasta Doiras", ahora apenas quedan jóvenes que quieran coger la caña. "Los que quedamos tenemos que ir al Eo, o al Narcea, para que luego tengas que esperar horas para lanzar. No merece la pena", lamentan los aficionados del Navia, que anuncian que lucharán "por recuperar este patrimonio que es nuestro río". Parece difícil, por no decir imposible, regresar a los tiempos en los que el salmón, y no el kilovatio, era el rey del Navia. "Me da mucha pena y mucha nostalgia comparar lo que teníamos antes y lo que tenemos ahora", confiesa Vicente Méndez. "También estamos indignados, porque es un río que tenía mucha vida, y ahora está prácticamente sentenciado de muerte", lamenta, a su lado, Alejandro Pérez.

Compartir el artículo

stats