Diego Fabbrini jugó un partido horrible frente al Valladolid. Más o menos, como el resto de compañeros que se vistieron de azul aquel viernes negro. Seguro que algunos corrieron más que el italiano, o fueron muy disciplinados tácticamente. O quizá durante la semana se entrenaron tan bien que convencieron a Anquela para que fuesen titulares en Soria. El caso es que, con las primeras curvas, el que se sale de la carretera es el futbolista diferente, el que tiene más calidad. Es comprensible que, después de probarlo todo, el entrenador del Oviedo haya decidido volver a la versión más parecida a la que impulsó al equipo hacia los primeros puestos. Lo peor de ayer no fue la derrota, sino la sensación de que el Oviedo quiere volver a ganar tomando atajos, en vez de intentar jugar un poco al fútbol. Un equipo no puede funcionar con once "fabbrinis", pero tampoco con once "verdeses". Así que, como los tropiezos de las dos últimas jornadas todavía tienen remedio, Anquela haría bien para buscar alguna fórmula para que su equipo no dependa exclusivamente del sudor o de una jugada a balón parado. Él sabe mejor que nadie lo que tiene entre manos. Pero, en caso de duda, lo mejor es jugar al fútbol.