Insistir hasta que el muro acabe por caer (64-58). Eso es lo que hizo ayer el Unión Financiera para sumar ante el Palencia la primera victoria en el play-off de ascenso a la ACB. Tan duro fue que más pareció un parto que un encuentro de baloncesto. Un parto que acabó por engendrar una victoria que casi tuvo que salir con la ayuda de fórceps. El empujón final recayó, como suele ser habitual, en un polideportivo de Pumarín que volvió a demostrar que sabe cuándo su equipo necesita un chute extra de energía.

El final fue de infarto. Ningún equipo fue capaz de mostrarse realmente superior durante el partido y las buenas defensas de los locales acabaron por ser decisivos. Sí es cierto que Oviedo demostró más cosas. Fueron los locales los que más erraron porque fueron los que más lo intentaron. La defensa y la superioridad física de los locales fue clave para que la primera cayera del lado de Oviedo.

Lo de la igualdad estaba previsto y se demostró en el primer cuarto. El intercambio de golpes se repartió de tal manera que ninguno de los dos equipos se fue de más de dos puntos. Todo seguía el guión previsto, en Palencia tiraba del carro el eterno Urko Otegui y, con un juego más pausado, se mantenía en el partido. El Unión Financiera, por su parte, apostó por un ritmo más alegre. Y le salió bien. El equipo movió el balón con criterio y le faltó un poco de acierto exterior de sus tiradores, que dispusieron de buenos lanzamientos que no aprovecharon.

En el segundo parcial las alarmas empezaron a sonar con un parcial de 0-5 de salida (17-22, a 8.27 del descanso) que metió el miedo del cuerpo a un polideportivo de Pumarín al borde del ataque de nervios. Paró el golpe un rápido tiempo muerto de Carles Marco y la igualdad regresó.

Palencia tuvo en Miso a su principal referente en ataque en ese parcial mientras que Oviedo insistió en Arteaga una y otra vez. El esfuerzo del pívot canario tuvo su recompensa y, sobre todo, sirvió a los locales para ir cargando de personales a su rival. Una circunstancia que no aprovecharon del todo por el exceso de tiros libres errados. Oviedo parecía jugar con demasiada tensión y eso le llevó a defender bien pero quizá le lastró en ataque. Triples como el que tiró al vacío Nick Novak completamente solo son una buena prueba de ello. Al final de la primera parte, Oviedo había anotado un solo triple en once intentos. Aunque desde fuera tampoco el equipo visitante estuvo bien (cero de cuatro en triples), jugadores como Urko Otegui, infalible en la media distancia, hicieron daño. La experiencia sirve para estas cosas.

En cualquier caso, el encuentro se fue a los vestuarios con un empate a 30 que resume bien lo que estaba pasando: igualdad, defensa y desacierto.

Por fin, en el tercer cuarto, llegaron los triples del Oviedo. El deporte es para valientes, más cuando llegan los partidos importantes, y ahí apareció el joven Belemene para abrir la lata. Dos triples suyos consiguieron hacer algo de hueco en el marcador (46-38 a 2.26 del final del parcial). Una renta aún escasa pero que empezaba a dar la iniciativa a un Oviedo que estaba haciendo más cosas para ganar el partido. El equipo local se fue al cuarto definitivo con una renta de siete (47-40), insuficiente pero estimable en un partido que hasta entonces había estado tan cerrado en el marcador.

Unos puntos para encarar un final que todos los presentes eran perfectamente conscientes de que sería de infarto. Un gran Cvetinovic (exjugador del Oviedo) puso el partido en un pañuelo (49-48) a 7.20 del final. La tensión se mascaba. La energía de Chema, el mejor de Oviedo ayer, el coraje de Víctor Pérez y el trabajo de Arteaga despegaron de nuevo a Oviedo. Volvió Palencia, pero la defensa y Pumarín dieron a luz una hermosa victoria.